"El Paseante"
nº 2
25 de Marzo de 2012
"El Paseante" está, como cada día a primera hora, en su pequeño trozo de acera, dando la bienvenida a una pareja que, tras haber trasnochado, vuelve a casa para descansar de su nocturna fiesta.
Un hombre camina a duras penas recto por la acera de enfrente. En su rostro se refleja cuánto alcohol debe haber ingerido y sus ojos apenas pueden mantenerse abiertos. Entre paso y paso, pequeños suspiros de esfuerzo.
De repente aparece un coche a toda velocidad cruzando la calle cuan larga es. La pareja está a punto de querer cruzar por el paso de cebra, sin ver el inminente peligro.
"El Paseante" sale de su silencio y, sin mutar su expresión, grita:
- ¡Cuidado!
La pareja se queda quieta y giran sus rostros, ambos confusos y alarmados, hacia "El Paseante". En ese momento, el coche cruza delante de la pareja a gran velocidad, a escasos centímetros de ellos.
Tanto el chico como la chica se sobresaltan, se miran y se estremecen. Instintivamente, dan un paso hacia atrás, casi de un salto, como queriendo esquivar algo maligno. Rápidamente piensan en el grito salvador y en el héroe que les ha salvado de un atropello.
Cuando vuelven su vista, "El Paseante" ya no está.
Se ha ido.
Por el camino que habitualmente toma "El Paseante", se ve la figura de espaldas de un hombre que enfila la calle, siempre hacia arriba. El camino no es desconocido pues lo realiza todos los días, ya que ese hombre es “El Paseante”.
Si alguien se cruzara con él, seguro que vería una pequeña mueca de satisfacción en su rostro por la buena acción que acaba de hacer.
Tan sólo una palabra fue necesaria para salvar dos vidas. Nada tan sencillo que, a pesar de “El Paseante”, nadie parece darle la importancia que tiene.
Otro día más y otra vez que ha salvado al mundo.
Bueno, una pequeña parte de él.