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viernes, 20 de septiembre de 2013

Rompecorazones nº 7

Capítulo 7

Desenlace

20 de Septiembre de 2013


- 1 -
Han pasado diez años y Paula acaba de cumplir los veintidos. Ha encontrado el amor. Va a casarse con un chico que se preocupa de ella, llevan dos años viviendo juntos y no le han faltado atenciones, mimos y cuidados.

No como hizo su padre.

Ha quedado atrás ese recuerdo tan nefasto que le hizo ver la vida de otra forma, sin ilusiones y con temor a enamorarse. Con Pablo fue distinto, desde el primer momento le demostró que era sincero y que se preocuparía por ella. Paula, por su parte, acompañaba a su futuro marido siempre que podía, excepto cuando Pablo necesitaba espacio para él y su vida, igual que ella también necesitaba su propio espacio.

No quiere parecerse a su madre.

El día que Paula y Pablo se casan, el fragmentado corazón de Paula se volvió a juntar de nuevo, volvió a sentir la alegría del amor.

- 2 -
Ese mismo día, Juáncar recibe en su casa la visita inesperada de su amiga. Ella ha pasado muchas cosas y quiere compartirlas con él. Juáncar está lleno de júbilo por volver a verla, su vida comienza a brillar un poco más de lo que había brillado en los últimos diez años. Ella le cuenta que se separó de Luis hará dos años y, mientras pensaba en cómo iba a dirigir otra vez su vida, se dio cuenta de algo que tuvo y no supo aprovechar.

Por eso había vuelto.

En el fondo de su corazón siempre había amado a Juáncar, aun a pesar de haber estado con otros. juáncar, sin saber qué decir, sólo pudo abrazarla y estrecharla entre sus brazos. Con el brillo del amor en los ojos de ambos, se fundieron en un tierno y apasionado beso. El pobre y amante corazón de Juáncar se recompuso de inmediato y volvió a llenarse de aquel amor secreto, esta vez compartido con su amada.

- 3 -
En otra parte, Luis había conocido un año antes a Vanesa, de quien ya sabía lo que le había pasado con su difunto marido. Luis, desde el primer momento, fue de lo más comprensivo que pudo, le ofreció toda la ayuda que Vanesa necesitó y el paso del tiempo hizo que se enamorara de ella. Vanesa ya había conocido casos como el suyo y pudo, por fin, aprender lo que era la vida real, salir de su mundo interior.

Con la ayuda de Luis y viendo lo distinto que era de su difunto marido, se fue enamorando de él.

Luis había sufrido de pequeño lo mismo que había padecido Vanesa, pero con sus padres, y por ello no le costó esfuerzo alguno ayudarla, porque lo vivido era algo que no quería volver a recordar y tampoco quería que le pasara a nadie. Con el paso de ese tiempo que los dos compartían juntos, Vanesa notaba cómo su frágil e ignorante corazón se fue convirtiendo en un fuerte y apasionado amor.

- 4 -
María y José fueron invitados a la boda de su hija Paula. No se veían desde hacía diez años y el verse por primera vez después de tanto tiempo les produjo una sensación extraña.

Ambos sabían que había pasado el tiempo suficiente como para haber cambiado.

Con palabras tímidas y obligadas comenzaron a hablar y, poco a poco, fueron recordando los buenos momentos vividos, los malos ratos pasados y cada uno de ellos se dio cuenta de los cambios del otro. María y José se dieron una segunda oportunidad, dándole el mejor regalo de bodas a su hija Paula.

- 5 -
Nuria, después de varios altibajos, se prometió, diez años atrás, no volver a preocuparse por nadie más. Decidió vivir la vida, que son dos días, y los hombres para lo estrictamente necesario.

Y así estuvo hasta que conoció a Paco.

Paco, cuando conoció a Nuria, se reiteró en su anterior promesa de no enamorarse nunca más, hecha hacía diez años. Para él fue un alivio, por pimera vez, que le pusieran una excusa: "He sufrido mucho y no quiero volver a sufrir más". No podía estar más de acuerdo con esa excusa, es la misma que hubiera puesto él.

Desde que los dos se conocieron, quedaban de vez en cuando para ir a bailar, al cine o a tomar algo, siempre con la misma idea en la cabeza: no enamorarse de nadie. Pero el tiempo hizo que Nuria se prendase del aire solitario que desprendía Paco y Paco se encandilase con la forma de expresarse de Nuria.

Ambos fueron invitados a la misma boda. Nuria fue invitada por María, la madre de la novia, una chica que conoció hace unos años y con quien se solidarizó sabiendo lo que había pasado. Paco fue invitado por Pablo, compañero de trabajo y de quien era su mejor amigo.

Al verse ambos en la boda, se rieron de las casualidades y pensaron que les habían invitado a propósito, para ver si caían en las redes del amor. Se miraron durante unos segundos y ambos comprendieron enseguida que estaban enamorados el uno de la otra; se necesitaban mutuamente porque se complementaban a la perfección; tanto el pequeño corazón de Paco como el dulce y gran corazón de Nuria, se habían unido en uno solo.

.../** FIN **\...

martes, 20 de agosto de 2013

Rompecorazones nº 6

Capítulo 6

Los Cinco Sentidos del Amor

20 de Agosto de 2013


- 1 -
Juan y Ana se enamoraron a simple vista. A Juan siempre le encantaba ver cómo Ana se vestía enseñando medio cuerpo, la ropa ceñida, los andares provocadores. Ana se deleitaba viendo los cuidados músculos de Juan, esos vaqueros bien apretados marcando las redondeces de los glúteos, esas camisetas ajustadas mostrando un torso atlético. Juan y Ana engordaron y se separaron.

- 2 -
Marcos se enamoró de los perfumes que Isabel gustaba ponerse. Procuraba aspirarlos lentamente para percibir todas las sensaciones posibles. Isabel se enamoró de Marcos porque usaba una loción de afeitado con un aroma muy dulce, disfrutaba con las dos gotitas de colonia que se ponía a diario, le encantaba ese fino sudor que le recorría el cuerpo en sus ardientes noches de pasión. Marcos e Isabel dejaron de comprarse colonias y perfumes y se separaron.

- 3 -
Carlos y Silvia tuvieron su primer contacto con tacto y desde entonces aprovechan cualquier situación para acariciarse. Por las noches se abrazan, cuerpo con cuerpo, ambos desnudos, y disfrutan conociendo el cuerpo del otro. Pasean cogidos de la mano y jugueteando con los dedos. Carlos y Silvia se quemaron un día las manos y, desde entonces, ya no han vuelto a tocarse.

- 4 -
Manuel y Olga se besaron por primera vez jugando a la "botella". Continuaron besándose a escondidas, saboreando los labios del otro, jugueteando con sus lenguas. Se besaban en una plaza, en la discoteca, en el rellano. Después de cada beso se decían a qué les había sabido, para volver a besarse otra vez. Probaban caramelos de varios sabores para disfrutar e intensificar los besos hasta que un día, a Manuel y a Olga les salió un par de caries y los besos dejaron de tener buen sabor.

- 5 -
Lucas y Cristina disfrutaban hablando horas y horas. unos días, Cristina se embelesaba con las palabras que Lucas le dedicaba, casi como poemas inspirados al azar. Otras veces, Lucas disfrutaba escuchando las fantásticas historias que Cristina le contaba, casi surgidas sólo para sus oídos. hablaban de música, de cine, de historia, de fantasías, de deseos, de vivencias. Lucas y Cristina, un día, no supieron qué decirse. Bueno, sí: "Adiós".

sábado, 20 de julio de 2013

Rompecorazones nº 5

Capítulo5

María y José, sin entenderse

20 de Julio de 2013




 María era una mujer que trabajaba en un colmado. Era una mujer que hacía su trabajo y apenas daba conversación a nadie. En sus ojos brillaba la expresión de la indiferencia; sus andares eran fruto de unaa rutina vivida durante años; su vida era un círculo donde cada día se repetía lo mismo.

José era un hombre trabajador, amante de la juerga y de las charlas. Llevaba años en la misma empresa donde ejercía de jefe de mantenimiento. Era lo que le gustaba hacer y tuvo la suerte de encontrar este trabajo, aun a pesar de no tener la preparación y los conocimientos necesarios.

María estaba orgullosa de los logros de su marido, aun a pesar del poco tiempo que pasaban juntos.

Su hija Paula sufría por los dos. Su padre la acompañaba a clase por la mañana y por la tarde la recogía su madre. Merendaba, hacía los deberes y se quedaba en su cuarto jugando con sus muñecas, leyendo tebeos o viendo algún programa infantil en el televisor.

José tenía una vida muy social; después de dejar a su hija Paula en el colegio iba a trabajar, buscando siempre un momento para hablar con alguien de cualquier tema, daba lo mismo que fuera de fútbol, política o la última película de Bruce Willis. Por la tarde iba a jugar su partida de mus con los amigos que hizo cuando trabajó en la obra; llegando a última ahora a casa para acostarse.

María,por su parte, iba a trabajar por la mañana hasta la hora de comer, volvía a casa para hacer las tareas domésticas, recogía a Paula del colegio y pasaba la tarde ora leyendo revistas o libros, ora cosiendo, ora viendo el televisor.

Paula se sentía una extraña, viviendo siempre las mismas situaciones. Sólo el fin de semana cambiaba un poco porque no tenía que ir al colegio. El Sábado acompañaba a su madre al mercado y en casa hacían las camas, quitaban el polvo y doblaban la ropa. Por la tarde salían a dar un paseo para ver los grandes escaparates, merendaban chocolate con churros y a veces, iban al cine.

El Domingo, María y José salían con Paula y la llevaban al parque o al circo (cuando venía a la ciudad). Iban a hacer el vermú y comían en casa como los ricos, todos juntos. Por la tarde, José veía el fútbol, María leía y Paula escribía su pequeño diario. Decidió escribirlo los Domingos porque así contaría más cosas.

Un Domingo, Paula se despertó y se levantó sola. Su padre no estaba en casa y su madre estaba sentada en el sillón, callada, la vista perdida.

De pronto se oyó la puerta y vio entrar a su padre y pensó que estaba enfermo, porque caminaba raro y tenía un ojo medio cerrado.

- ¿Te parece bonito volver a estas horas?

María se levantó gritando, alzando los brazos, la cara con rabia.

- ¿Qué pasa? Si hace un sol bonito...

José apenas podía pronunciar bien las palabras.

- ¿Bonito? ¡Vergüenza debería darte! Tú de juerga y tu hija aquí, olvidada, como yo. He aguantado que te olvidaras de mí, ¡pero de tu hija! Eso sí que no te lo aguanto.
- Mira quién habla, la que no quiso salir nunca de casa... no sea que gastes dinero.
- Y tú de borrachera en borrachera, con esos amigotes tuyos que a saber de qué viven...
- A mis amigos los dejas tranquilos.

Paula asistía al espectáculo con los ojos y la boca bien abiertos. No entendía qué estaba pasando.

- Toda mi vida dedicaca a ti y tú de fiesta en fiesta, como si yo fuera un trapo.
- No te quejes que tú nunca has querido venir conmigo... además, la idea de dormir separados fue tuya...
- Eso, ahora soy yo la culpable... ¡en qué estaría pensando cuando me casé contigo!
- Puedes culpar a tus amigas de haberte emborrachado aquella noche y que te echaran sobre mí, que también estaba tocado... ellas son las culpables.

Paula se tapó las orejas y se fue corriendo a su cuarto, lágrimas en los ojos, dolor en el alma.

- Mira, ya has hecho que tu hija llore... nunca pasas tiempo con ella...
- ¿Y tú pasas mucho tiempo con ella? Leyendo esas novelas de amor y viendo los programas de cotilleo mientras ella se queda en su cuarto...
- Yo soy su madre, que para eso la parí...
- Y por eso nos casamos... ¿te acuerdas?... de prisa y corriendo para que no se notara el embarazo...
- ¿Serás capullo?... para una vez que me alegraste el cuerpo...

Paula se escondió bajo la almohada, con los ojos cerrados, y empezó a decir bajito, una y otra vez:

- Por favor, que termine...



Paula escribió, como todos los Domingos, en su diario:

"Querido diario. Esta semana ha sido como todas pero hoy ha pasado algo que me ha hecho mucho daño. Papá y mamá se han gritado porque papá no ha dormido en casa. Se han tirado cosas y han roto una silla y las figuritas de los pastores que no me dejaban tocar. Luego papá se ha marchado y mamá ha estado llorando mucho. Me ha dicho que papá no volverá y que se van a divorciar. Me ha parecido sentir que el corazón se me rompía en mil pedacitos..."

jueves, 20 de junio de 2013

Rompecorazones nº 4

Capítulo 4

Juáncar, el admirador

20 de Junio de 2013




Juan Carlos era uno de esos muchachos que no mostraba sus sentimientos. Sólo se adivinaban sus intenciones fijándose en sus gestos, y no siempre.

Para los amigos era Juáncar, para el resto... también. Le gustaba ese nombre... ¿no existen Juanjo, Maite, Chema o Maribel? Pues él también tenía derecho a sacar un sinónimo de su nombre.

Como íbamos diciendo, Juáncar era un chico al que no se le conocían amigas especiales, pasatiempos favoritos ni especialidades de nada. Igual quedaba para tomar un café que para ir a una discoteca. Lo mismo iba al cine que a pasear por la playa.

Además, tenía una facilidad increíble para que sus amigos le contaran las cosas.

Una de las chicas de su grupo, de la que estaba enamorado en secreto, era su víctima preferida. Así fue conociéndola cada día mejor.

De ella sabía prácticamente todo, sus gustos, aficiones, lo que odiaba, sus temores, su vida sentimental... todo.

Juáncar siempre estaba allí, apoyándola cuando salía con un chico, ayudándola cuando tenía dudas o consolándola cuando dejaba al chico. Ella decía que Juáncar era el hermano que nunca tuvo.

Y en parte tenía razón, pues se portaba con ella como un hermano.

Él, por su parte, la amaba en secreto.

Cuando se acercaba el cumpleaños de ella, aprovechaba para quedar y llevarla de tiendas, a ver escaparates y observarla mientras los ojos de ella resplandecían cuando veía algo que le agradaba.

Así, sólo tenía que escoger uno de los objetos seleccionados y se lo regalaba con la excusa de: "Pensé que te gustaría tenerlo".

Ella le agradecía esos detalles, como aquel collar tan caro que le regaló en su último cumpleaños; o aquel juego completo de maquillaje y manicura que le regaló por Navidad.

Sobre todo le encantaba cuando la sorprendía con un jersey para el invierno, una camiseta de su grupo favorito recién salida al mercado o una simple rosa.

Juáncar seguía sus pasos, muy de cerca; conocía sus más recónditos secretos, sus más tiernas pasiones, sus deseos soñados.

Ella, por su parte, conoció un chaval del que locamente se enamoró. Empezó a dejar de salir con Juáncar para dedicarle más tiempo a su último novio. Juáncar empezó a darse cuenta que, por primera vez, se estaba quedando solo; ella, su amor secreto, la persona que más admiraba, se iba alejando de él, poco a poco, casi sin darse cuenta.

Un día, Juáncar recibió una llamada de ella.

Estaba llorando.

Él acudió lo más rápido que pudo y la encontró en su casa, a oscuras, las mejillas bañadas en lágrimas.

- ¿Qué te pasa, chiquilla?
- Oh, Juáncar, gracias por venir. Necesitaba hablar con alguien.

Y le abrazó fuertemente.

- Pero, dime, ¿qué te pasa? ¿Por qué lloras?
- Es por Luis.
- ¿Qué te ha hecho?
- Nada, sólo que...
- ¿Sólo qué? No me lo digas, te has hecho ilusiones y...
- No, no es eso... es que Luis... verás, Luis se tiene que marcha ... y quiere que me vaya con él.
- ¿Es eso una excusa para dejarte? Porque mira que voy a hablar con él ahora mismo...
- No, Juáncar... se va porque ha encontrado el trabajo que buscaba y tiene que irse.
- Pues ya me dirás qué vais a hacer ahora...
- Por eso lloro, Juáncar... me ha pedido que me vaya con él.

De repente, Juáncar necesitaba sentarse. Notó cómo todo su cuerpo dejaba de responder las órdenes de su cerebro.

Desconcertado por lo que acababa de oír, se sentó, sin apartar la vista de ella.

No sabía qué decir.

Ante cualquier otra noticioa habría podido reaccionar; ante ésta, no.

Le era imposible creer lo que le acababa de decir. No podía ser, su mundo no era nada sin ella a su lado.

- Juáncar, ¿te encuentras bien? ¡Estás pálido!
- No, no, tranquila... se me pasa... ya se me pasa.
- ¿Seguro? ¿Quieres que te traiga algo?
- No, gracias, ya estoy mejor.

Su cerebro comenzó a reaccionar lentamente en busca de la mejor salida a aquella noticia.

- Y tú, ¿qué le has dicho?
- Sólo le pedí tiempo para pensarlo. Compréndelo, no puedo dejar atrás todo así sin más, eres mi mejor amigo... bueno, el único en quien confío... y quiero saber que no te importa que me vaya con él.

Juáncar se sentía realmente mal, estaba perdiendo a su único amor, a quien había admirado y amado tantos años en secreto.

La iba a perder por no haberle confesado antes su amor; se debatía en lo que debía decir, en lo que debía hacer... quería que se quedara con él para siempre ...

Sólo acertó a decirle:

- Si tú eres feliz estando con él, yo también soy feliz.

Ella le abrazó, le dio un beso y le agradeció sinceramente que hubiera estado con ella todos estos años.

Mientras, él sentía en su interior un dolor inmenso y notó cómo su pobre y amante corazón se desgranaba en mil trocitos.

lunes, 20 de mayo de 2013

Rompecorazones nº 3

Capítulo 3

Nuria, amiga de todos

20 de Mayo de 2013



Nuria era la clásica chica que todos tienen por amiga. Se desvive por ellos, se interesa por sus logros y sus momentos más bajos. Da ánimos a todos y hasta organiza salidas para todos.

En fin, que no tiene mucho tiempo para pensar en ella. Mejor dicho, no quiere tiempo para pensar en ella.

Un buen día, se decidió por salir con aquel chico que le gustaba y estuvieron un tiempo hasta que ella le dijo que no podían seguir juntos porque ella no le prestaba la atención necesaria.

Y era verdad.

Antes que pensar en su relación se preocupaba de su amiga porque no aprobaba; o bien animaba a su amigo después de un fracaso amoroso; incluso organizó una excursión sólo de chicas para asistir al concierto de Alejandro Sanz.

Nuria no creía en príncipes azules, o lo creía a su manera. Para ella vivir la vida era pasarla con los suyos, con sus amigos, dedicándoles a todos más tiempo que a ella misma. Eso le ayudó para salir con varios chicos, siempre sin sentir amor por ninguno.

Un buen día, a su gran grupo de amistades se unió un chaval, guapo él, bastante callado y con unas ideas que llamaban especial atención a nuria. En una de las muchas reuniones que organizaba, el chaval le preguntó:

- "¿Por qué tienes miedo a enamorarte?"

Nuria respondió:

- "No tengo miedo, sólo que todavía no me he enamorado"

Sus amigos reafirmaron que era cierto lo dicho, sobre todo los que habían estado con ella. A partir de aquel momento, Nuria pasaba más tiempo reflexionando en solitario por las noches, derramando alguna que otra lágrima, deseando que algún día pudiera llenar ese hueco que notaba en su interior.

Con el paso del tiempo, se daba cuenta que aquel chaval tenía las mismas aficiones que ella, se preocupaba más de los demás que de él mismo. Hubiera dicho que aquel chaval era su propio reflejo en masculino.

Cada vez que organizaban algo, tanto Nuria como el chaval coincidían en la forma y en el modo de hacerlo.

El grupo de amigos se dio cuenta de esa afinidad y, como pago por las ayudas recibidas, buscaron la manera de que pudieran estar juntos más tiempo. Así, las reuniones comenzaron a espaciarse, para que Nuria y el chaval pudieran conocerse mejor, cosa que dudaban, porque veían que eran clavaditos.

Nuria lloró una noche. Lloró tanto que no recordaba haber derramado en su vida tantas lágrimas. Lloró porque se dio cuenta que se estaba enamorando de aquel chaval.

Prefería estar con él que con sus amigos; prefería ir al cine a ver una película que le gustaba tanto a ella como a él antes que ver una que gustase a sus amigos.

Se dio cuenta que, por primera vez, pensaba en ella antes que en los demás.

Un día, estaba el chaval en casa de Nuria porque ella quería ver un documental que al resto de los amigos no les gustaba mucho. Esa tarde fue especial para los dos: se abrazaron, se besaron, se susurraron palabras bellas e hicieron el amor.

A partir de entonces quedaban más frecuentemente para compartir emociones, sensaciones, vivencias.

Nuria ya estaba totalmente enamorada.

Pasado ya algún tiempo, quiso darle una sorpresa al chaval y preparó una cena íntima en su casa, con velas y ropa más bien picarona. Cuando el chaval llegó y vio lo que estaba pasando le dijo:

- "No esperaba que este momento llegara nunca. Soy un espíritu libre y contigo me lo he pasado muy bien pero yo no estoy enamorado de ti y pensaba que tú tampoco lo estabas de mí ..."

Un pequeño estirón en el pecho de Nuria ...

- "... debemos dejar de vernos porque no te puedo prestar la atención que mereces y no quiero atarme a nadie sino a todos ..."

... un pequeño vuelco en el interior de Nuria ...

- "... lo siento, Nuria, eres especial para mí pero esto ha terminado."

Y se marchó.

Mientras la puerta se cerraba, una lágrima salía de uno de los ojos de Nuria y, lentamente, recorría su mejilla mientras su dulce y gran corazón se rompía en mil pedazos.

sábado, 20 de abril de 2013

Rompecorazones nº 2

Capítulo 2

Paco, sin excusas

20 de Abril de 2013


Toda su vida amorosa giraba entorno a las excusas. Había oído infinidad de ellas y prácticamente se las sabía todas.

"Me gustas como amigo" era la más tierna de todas, con ella conseguían decirle que no lo querían tener cerca suyo.


Al principio le costaba comprender que no quisieran salir con él, que prefirieran ser "amigos" y después si te he visto no me acuerdo. A la tercera vez ya adivinó el complejo significado de dicha frase.

Otra frase que no entendía bien era "Es que tengo novio". Vale. "¿Y si no tuvieras novio?" preguntó un día a una de ellas. "No lo sé", le respondió. Es decir, que vaya suerte tenían esas chicas de tener novio, así no necesitaban buscar excusa alguna.

Paco continuó en su empeño por salir con alguna chica y se fue encontrando clásicos del tipo: "Mi madre no me deja salir", "Los fines de semana me voy fuera" o "Yo no salgo, me quedo en casa para estudiar".

También reconoció que existen excusas sinceras. La más representativa era "Casi no nos conocemos". Y cuánta razón tenían, no las conocía a ellas, ni ellas a él.

Paco siguió insistiendo, tanto, que hasta a su amor platónico de entonces le pidió para salir ... ¡7 veces! ... ¡¡en 7 meses!! ... Ella era de lo más esquiva posible: "Ya he quedado".

La última vez que lo intentó, la excusa cambió: "Me estoy lavando el pelo" ... ¿y cómo podía estar lavándose el pelo y contestar al teléfono? ... bueno, vale, iba a lavarse el pelo después de colgar ... Eso no desanimó a Paco, que la llamó dos horas después y escuchó: "Me estoy lavando el pelo" ...

Ahí fue cuando se dio cuenta que a esa chica no le gustaba ni su voz. Pero tampoco se desanimó ... sólo tuvo su primer bajón "amoroso". De ahí en adelante conservaría las excusas ya oídas e intentaría relacionarlas con sus futuras víctimas (como comenzó a llamarlas).

Empezó a salir de discotecas y comenzaron de nuevo las excusas; éstas, más renovadas: "No me gusta bailar", "Sólo vengo de acompañante", "Mi novio es ése de ahí", "¡Ja!" ... en las discotecas, con poca luz y seguían rechazándole.

Pasó el tiempo y se dedicó a agasajarlas con poesías escritas por él y comenzó a recibir frases bonitas (algo que no había oído antes) como "Qué bien escribes", "Es un detalle de tu parte", "Me ha encantado" o "Eres un chico muy majo" pero, aparte de eso, las negativas volvían a repetirse.

Pasaban los años y pudo, al fin, salir con alguna que otra chica: la amiga de una, la hermana de un amigo, una amiga de la primera, una chica por correspondencia, una chica ligera de cascos y otra chica por correspondencia. Seis rolletes, cada cual con su historia, que poco duraron.

Entonces llegó Internet a su vida y, con ello, la posibilidad de conseguir algo ... una chica con la que estuvo tres años, dándose cuenta al final que no iban a ninguna parte (como con las anteriores).

Ya con más calma, casi como un juego, continuó con sus pequeños intentos, siendo selectivo y prudente, cosa que no lo fue antes.

Hasta que un día comenzó a entablar una pequeña relación ficticia y virtual con alguien a quien creía especial. Fueron muchos los mensajes, varias las horas que pasaron juntos.

Paco se olvidaba de su mísera vida amorosa para empezar a entregarse a esa chica que le desvelaba el sueño, que le inspiraba tiernas palabras y que le sacaba una sonrisa en sus peores momentos.

Como canta la canción, "Poco a poco se enamoró de ella".

Un buen día decidió dar un paso adelante y quedó con ella para invitarla al cine, una cena en un buen sitio y luego un poco de baile. Cuando la acompañaba a casa, a altas horas de la madrugada, se declaró ante ella. Ella le miró fijamente y le dijo:

- Ahora sabes lo que yo sentí por ti hace quince años, cuando nos conocimos por primera vez y fuiste tan amable conmigo para luego olvidarte de mí. Creo que ya has llegado adonde más te dloerá. No voy a volver a verte porque, desde que me dejaste, juré vengarme. Y ahora es el momento: ya no te quiero ver nunca más.

Y, mientras ella se marchaba, Paco permanecía quieto, callado, notando cómo toda su existencia se desvanecía y su pequeño corazón se rompía.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Rompecorazones nº 1

Capítulo 1

Vanesa, la sufridora

20 de Marzo de 2013
Vanesa pasaba el día a día en su casa, saliendo únicamente para comprar lo necesario y el tiempo justo para poder mantener las tareas domésticas listas y la comida de su marido preparada.
Vivía en un mundo donde sólo existía lo que ella conocía. Se levantaba todos los días para prepararle el desayuno a su marido, le preparaba la ropa y el almuerzo y, cuando él se iba, Vanesa hacía las camas, la colada, planchaba, limpiaba las habitaciones y el baño. Salía a comprar las cosas justas y necesarias que, previamente, su marido le había indicado.
No podía salirse del dinero que le dejaba cada día, debía sobrar. Para el niño. Pero no vendría hasta que fueran los afortunados para ello. Su marido le había dicho que era cuestión de tiempo, que no dependía de ellos. Ella creía a pies juntillas a su marido. Era lo único que tenía.
A veces recordaba cosas de su pasado, sus primeros recuerdos en el orfanato, las palizas que recibía de las monjas. "Es voluntad de Dios", decían ellas. Recordaba cómo pasaba el dia limpiando y lavando, fregando y rezando. Nadie la quería adoptar y tuvo que estudiar por las noches para poder ser casada cuando tuviera una edad. Aprendió las labores de un ama de casa, de una esposa, de una madre. Aprendió a coser, a cocinar, a planchar. Aprendió a golpes, a bastonazos, a puñetazos y puntapiés. Aprendió que un golpe significaba "malo".
Se despertó de sus recuerdos y fue a comprar siguiendo la rutina que había aprendido, a golpes, durante los últimos diez años. Primero la fruta y la verdura; luego la carne o el pescado; por último, el pan. Así se mantendría caliente hasta que llegara su marido.
Volvía a casa, sin hablar con nadie, y preparaba la comida, con tiento y cuidado para que quedara perfecta. Luego limpiaba la cocina y quitaba el polvo a tiempo de llegar su marido. A veces volvía a recordar los primeros días de casada. La primera comida que preparó, su marido la tiró al suelo y le gritó, le gritó tan fuerte que aún lo escuchaba:
- ¿Esta mierda es lo que me das despues de trabajar como un mulo? ¿Qué crees que hago, descansar todo el día? Mira que mereces mil palizas por esta bazofia ...
Aún se estremecía al recordarlo.
Recordó el día que le puso especias a la comida. Entre puntapiés y puñetazos, su marido le gritaba:
- ¿Quieres matarme? No sirves ni para hacer algo tan simple. ¡Insensata! No mereces ni el nombre que llevas.
Regresó a la normalidad al oír las llaves.
- ¿Cómo te ha ido el día?
- Como siempre, no sé por qué cojones preguntas.
- La comida ya está preparada.
- Sólo faltaría que no lo estuviera, no tienes otra cosa que hacer.
- Aquí tienes lo que ha sobrado de la compra.
- ¿Sólo esto? ¿Tú quieres arruinarme? Si no fuera por el niño ...
- ¿Y cuándo tendremos ese niño?
- Tú dame de comer y no te preocupes de lo que no sabes. Con esa actitud tuya no lo tendremos pronto, seguro.
Vanesa calló y se fue a la cocina para ponerle la comida a su marido. Cuando hubo comido le retiró los platos y el marido le dijo, entre risas:
- Hoy tienes suerte, ha quedado comida para ti. Ten cuidado, no te lo comas todo de golpe no vayas a engordar.
Y profirió una fuerte risotada. Vanesa se fue con los platos a la cocina, los dejó y cogió sus útiles de costura y se puso a coser en el suelo, a los pies de su marido mientras éste leía el diario.
A veces el marido leía noticias que lo exasperaban y profería puntapiés a Vanesa mientras ella callaba y seguía cosiendo. Luego, su marido se marchaba con sus amigos y Vanesa se quedaba sola en casa.
Aprovechaba para comer los restos que le dejaba su marido, el día que se los dejaba. Limpiaba los restos de la comida, fregaba la cocina, se sentaba en el suelo y seguía cosiendo.
Por la noche, cuando llegaba su marido, ella estaba esperándolo, a la puerta, sentada en el suelo. A veces entraba y le daba una bofetada o la empujaba al suelo. Otras veces le decía que se fuera a la cama y ella iba, se quitaba el camisón y esperaba. Esperaba a oscuras que viniera su marido y cumpliera con las obligaciones maritales.
Eran unos minutos llenos de movimientos salvajes, a veces golpes violentos, siempre palabras obscenas.
Y luego la noche, la eterna y negra noche.
Su marido durmiendo y ella a su lado, despierta, con el cuerpo sudado y babeado, a veces con morados, la mente siempre pensando en si existía algo mejor, en si esta noche habrían sido bendecidos y vendría ese niño.
Con el paso del tiempo había cogido miedo a su marido. "Sólo soy yo, que hago mal las cosas", se excusaba a sí misma.
Un día, Vanesa estaba preparando la comida, como todos los días, cuando oyó las llaves en la puerta.
- Hoy has salido temprano, estoy terminando de preparar la comida.
- ¿Temprano? ¿Qué coño te pasa, esperabas a otro o qué?
- No, que hoy has llegado antes y no he terminado de preparar la comida.
- ¡Coño, la furcia no ha preparado la comida! Ven aquí que te voy a enseñar, furcia ... ¡Qué, estabas con otro, ¿verdad?! Serás puta ....
Y le dio un puñetazo en la cara.
- Joder, mira lo que me has hecho hacer ... ¡Mierda! ... si es que las buscas ...
Vanesa cayó al suelo notando cómo empezaba a salir sangre de su nariz.
- Ahora tendrás que limpiar esta mierda, no te quedes ahí.
Y la empujo con el pie. Ella no daba crédito a lo que pasaba. Se levantó como pudo y fue a la cocina a lavarse la cara. Su marido fue detrás de ella.
- ¿Esta mierda me ibas a dar?
Cogió la sartén y golpeó con ella a Vanesa, que gritó al sentir en su piel el aceite hirviendo.
- ¡Calla, so puta, que me buscas y me encuentras ... no eres más que una zorra!
Vanesa no acertaba a distinguir nada, los ojos le escocían. Se tambaleó hasta reposar en la mesa donde cortaba la carne.
- Venga, cariño, no me provoques más. Hazme algo de comer, joder, que me estás cabreando.
Vanesa apenas entendía lo que su marido le decía.
- ¿Qué cojones te pasa ahora? Mírame ... ¡Mírame, te digo! ... ¿Estás sorda, golfa? ... ¡Que vengas, te digo!
La cogió del pelo y la estiró hacia sí.
Vanesa, en un acto reflejo, quiso asirse a la mesa pero como no veía apenas a causa del aceite que le había caído en los ojos, cogió el cuchillo.
Su cuerpo fue arrastrado con fuerza hacia el cuerpo de su marido.
Él tiró con más fuerza y ella giró hasta estar frente a frente con él.
De repente se hizo el silencio.
Su marido la soltó, se tambaleó hacia atrás y se miró el abdomen.
Sangre.
Un cuchillo clavado en su vientre y de él emanaba sangre.
Miró a Vanesa y se desplomó al suelo mientras balbuceaba:
- Me has ... matado ... hija de ...
Vanesa permaneció inmóvil.
Pasados unos minutos, Vanesa notó algo dentro de sí.
Acababa de perder lo único que tenía.
Acababa de matar a su marido.
Toda su existencia desaparecía mientras su frágil, inocente e ignorante corazón se rompía.