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miércoles, 20 de febrero de 2013

El Viejo Español y la Niña Cubana nº 5


Epílogo

Los recuerdos, sus ya únicos compañeros, vinieron a su mente casi agolpados, en desorden. Poco a poco fue seleccionando aquéllos que más fuerte sentía, aquellos que aún tenía pendientes por resolver, aquellos que hacían su vida algo más agradable.

Recordó cómo antes de salir de viaje se encontraba en el bar de siempre. Rogelio siempre había sido admirado por haber viajado mucho y haber tenido éxito. Según él, había que nacer con el don de gentes para triunfar en este mundo. Quizá lo tenía pues, a fin de cuentas, nunca había soltado un céntimo, siempre había alguien que le pagaba los viajes, las comidas e incluso la ropa.

Ese día, Rogelio acababa de llegar de su viaje de Cuba y, cómo no, ya estaba explicando sus aventuras a todos.

El viejo español se unió al grupo para poder escuchar las maravillas de esas tierras y de lo fantástico que era el mundo. Aquel mismo día, el viejo español se atrevió a interrumpir a Rogelio:

- ¿Y yo también podría ir?

Se hizo el silencio entre los presentes y todas las miradas estaban clavadas en el viejo español. Hasta que Rogelio dijo:

- Pues claro que sí, Paco.

El alivio fue general pues nadie se atrevía nunca a interrumpir los relatos de Rogelio.

- Es más, esta vez hasta me he echado novia -prosiguió Rogelio.

Los rostros de los presentes mostraban sorpresa y ansiaban conocer los detalles. Que un hombre de 80 años no se echaba novia todos los días.

- Mirad, mirad -dijo sacando una fotografía de la cartera- ¿A que es bonita?

El rostro de Paco palideció al ver a Rogelio con una niña de unos 12 años sentada en sus rodillas. El resto mantuvo su pequeño silencio hasta que empezaron a felicitar a Rogelio. Paco no daba crédito a lo que sus ojos veían. Rogelio se dio cuenta de la situación y se dirigió a Paco:

- Tranquilo, hombre, que todas allí lo hacen. Basta con que les des algo, una baratija, un par de billetes y ya te llaman papito y todo.

Y soltó una tremenda y sonora carcajada. El resto le coreó murmurando: "Claro, ya se sabe, es lo que tienen estos sitios."

La imagen de esa niña se le quedó grabada a Paco. Y la soledad que sentía, junto con las cosas que le explicaba Rogelio, le hizo tomar la decisión de ir a Cuba y disfrutar como lo hizo Rogelio.

Paco volvió a la realidad y se dio cuenta de que soñaba despierto, como siempre. Se levantó y se dirigió a la ducha para relajarse del viaje. Una hora después, salía a la calle en dirección al bar donde se reunían sus compañeros.

De camino al bar recordó aquella tarde, la tarde en que conoció a los padres de la niña cubana. Le había entregado un sobre con dinero y no quería que lo perdiera o se lo robaran, así que le dijo que la acompañaría a casa.

Cuando llegaron allí, la niña cubana le pidió que entrara para presentarle a su familia, como muestra de agradecimiento. Allí se encontraban los padres y los cinco hermanos de la niña cubana. Se respiraba un ambiente de cortesía y confianza aun a pesar de la miseria en que vivían.

Paco entró detrás de la niña cubana, que fue corriendo hacia su madre extendiendo el sobre en la mano derecha. Su madre cogió el sobre, lo abrió y sus ojos casi se salen al ver el contenido. Miró al marido y le dijo:

- Esto es una bendición del cielo.

El marido, viendo el contenido del sobre, asintió y extendió el brazo hacia Paco invitándole a que se sentara con ellos.

Estuvieron hablando durante dos horas, de esto, de lo otro y de aquello; de cómo era la vida en la isla, de la dureza de vivir allí, de las niñas; de la vida en España, de sus gentes e ideas.

Paco quería que la niña cubana pudiera ser alguien en la vida, quería que viviera e iba a hacer lo que estuviera en su mano para ello.

Por eso la apadrinó.

Por eso cada mes ingresará un dinero en una cuenta para que la niña cubana y su familia no sufrieran más de lo que habían sufrido.

Recordaba las caras de alegría y los gestos agradecidos, cuando llegó al bar. Como siempre, ahí estaban Rogelio y compañía, él hablando y el resto asintiendo.

- ¡Hombre, Paco! -gritó Rogelio al verle- ¿Qué tal tu viaje por placer?
- Pues aquí me tienes, -respondió Paco- encantado de la vida.
- ¿Ah, sí? Así que encontraste plan, ¿verdad? Si ya te decía yo ...
- Podríamos decirlo así.
- ¿Y eso qué significa, que sí o que no?
- Mejor llevaré yo la conversación.
- ¿Qué quieres decir? -en el rostro de Rogelio se mostró incertidumbre a la vez que indignación, nadie le llevaba la contraria.
- ¿Tienes ahí la foto de tu ... "novia"?

Al decir esta última palabra, en la cara de Paco se reflejó el mayor de los ascos.

- Claro que sí, -respondió Rogelio- pero, ¿te encuentras bien? No entiendo tu ...
- Déjamela ver, por favor.
- La verdad es que has vuelto de un "rarito" ...
- Por favor, Rogelio, déjame la foto.
- Vale, aquí la tienes -dijo Rogelio excitado.

Sacó la cartera, la abrió y extrajo la fotografía que, a regañadientes y extrañado, entregó a Paco.

Éste cogió la fotografía y la miró durante unos segundos. La misma imagen seguía allí, no había mutado en absoluto. La tenía grabada en la mente desde la primera vez que vio la fotografía y, desde entonces, no le había abandonado ni un momento, ni en sus más débiles sueños.

- Te voy a hacer un regalo, Rogelio.
- ¿Ah, sí? ¡Qué bien que te hayas acordado de mí!

Paco cogió a Rogelio de la camisa, haciéndole una especie de nudo en la garganta con ella, y lo arrinconó contra la pared, ante la mirada atónita del resto del grupo.

- ¿Ves esta foto? ¿Recuerdas esos días? Jamás, óyeme bien, jamás de la vida volverás a contar esas historias.
- ¡Paco, ¿te has vuelto loco?! ¡Me haces daño!
- ¡Mira bien la fotografía! Estas niñas son personas que sufren, y gracias a desgraciados como tú no tienen ninguna oportunidad en la vida.
- ¡Te has vuelto loco! -intentó gritar Rogelio, con la cara más colorada que un tomate.
- Loco no, he vuelto a ser persona, algo que no puedo decir de ti.
- ¡Pero tú también fuiste allí a lo mismo que yo!- casi farfullaba en un intento de coger aire.
- Sí, pero yo me di cuenta de que estaba actuando mal y decidí hacer lo correcto. ¡Tú, en cambio, no! Por ello me das asco, ¡y no mereces vivir!
- ¡Tranquilo, Paco, tranquilo! No volveré a contar nada de nada, ¡te lo juro!
- ¡Claro que no, de eso estoy seguro!

Soltó la camisa de Rogelio dejando que pudiera respirar mejor y se alejó dos pasos.

- ¿Ves la foto?
- Sí- respondió con voz apagada Rogelio.
- Pues es la última vez que la vas a ver.

Y, diciendo esto, rompió la fotografía en varios trozos pequeños.

- ¿Recuerdas su cara? ¿Recuerdas esa cara de niña pequeña a quien le robaste parte de su inocencia? Pues dejará de ser un recuerdo para ti, jamás volverás a Cuba, jamás volverás a desgraciar una vida más.

Y dio media vuelta dirigiéndose a la puerta. Antes de salir del bar gritó:

- ¡Olvídate para siempre de mi ahijada!

*** FIN ***

domingo, 20 de enero de 2013

El Viejo Español y La Niña Cubana nº 4


La Decisión


... y la apartó, no con desprecio sino con cariño. Miro fijamente a la niña cubana y le dijo:

- Quiero que vivas.

La niña cubana, al oír estas palabras, mutó su rostro en sorpresa e incertidumbre.

- Pero si ya vivo.


Su voz revelaba que nunca antes se había encontrado en una situación como ésta.

- No,- dijo el viejo español -no vives, malvives. Y yo quiero que vivas, con esa energía que tienes y esa decisión.

La niña cubana no sabía qué decir, se encontraba como en medio de un sueño feliz y una pesadilla. Tenía un repentino miedo de no haberle gustado al viejo español y no poder llevar a casa nada de valor para poder comer. También sentía alegría al ver que alguien se preocupaba de ella más allá de lo puro cotidiano.

- Sé que será difícil -prosiguió el viejo español- pero debes mejorar tu estilo de vida. Aún estás a tiempo de triunfar en esta vida.

La niña cubana seguía sin decir nada, escuchando a ese viejo español que le estaba abriendo los ojos y le estaba dando esperanzas a sus sueños, a una vida mejor.

- Sé que no es gran cosa pero, de momento, tendréis para comer bastantes días seguidos- y le alargó un sobre abultado.

La niña cubana lo cogió, brillando en sus oscuros ojos la más sincera de las gracias y, acercándose al viejo español, le dio un beso en la mejilla.


Al día siguiente, mientras el barco se alejaba del puerto, el viejo español se despedía desde la cubierta de su recién ahijada, la niña cubana, y de los padres de ésta, con quienes había hablado la tarde del día anterior.

Vino buscando algo que no sabía qué era y acabó ayudando a otra persona, llevándose mayor satisfacción con lo que había hecho que con lo que podía haber pasado.

jueves, 20 de diciembre de 2012

El Viejo Español y la Niña Cubana nº 3

Conversación


- ¿Es la primera vez que lo haces? -preguntó el viejo español.
- No
-respondió la niña cubana.
- Pues yo sí.
- Vaya, qué raro que digas eso. Todos los que vienen como tú nunca lo dicen.
- Siempre ha de ser alguien el primero.
- Pero no es normal decirlo.
- ¿Y qué es lo normal?
- No sé, lo de siempre, ya tú sabes.
- No, no lo sé.
- ¿De verdad que no lo has hecho antes?
- No.
- Pues vaya suerte he tenido
-dijo la niña cubana con una mueca.
- ¿Y por qué no me dices lo que se supone que debo hacer?
- Es fácil, verás: tú me dices qué quieres que haga y yo lo hago; luego me das cosas bonitas y me voy.
- Pues sí, parece fácil.
- Pues ya tú dirás, que no puedo estar todo el día aquí.
- Mira, me gustaría verte bailar. Me han dicho que lo hacéis muy bien y nunca lo he visto antes.
- Bien, será el mejor baile que hayas visto nunca.

Dicho esto, la niña cubana comenzó a tararear una melodía suave y lenta, marcando el ritmo con una serie de pasos pausados. Su cuerpo empezó a moverse a ese ritmo de una forma zigzagueante, subiendo los brazos de la misma forma, creando una ilusión de olas de mar.

La melodía se tornó canción, de letra repetida pero muy sensual. El viejo español pudo contemplar cómo un cuerpo podía doblarse y estremecerse sin moverse del sitio, los pies aferrados al suelo para mantener el equilibrio.

La niña cubana ya no estaba en la habitación, se había sumergido de lleno en la danza que le estaba ofreciendo al viejo español. Su cuerpo se movía y se doblaba, serpenteaba y giraba, y su alma era sensualidad hecha baile.

El viejo español participaba cada vez más de esa danza, la notaba, la sentía.

Y llegó el final.

Al contrario que al inicio, éste último terminó casi como en un golpe, una vez dado el último paso como si se hubiera quedado pegado al suelo. Y con él terminó también esa sensualidad hecha baile.

- ¿Te gustó? -preguntó la niña cubana.
- Me ha encantado -respondió emocionado el viejo español, saliéndole una emotiva lágrima del ojo izquierdo.

La niña cubana se acercó al viejo español y acercó su pequeña mano derecha a la cara de él. Con un dedo, le quitó la lágrima del ya arrugado rostro y con el resto acarició su mejilla.

- Y ahora, ¿qué quieres que haga?

Y el viejo español puso su mano derecha encima de la mano derecha de la niña cubana, con firmeza y suavidad ...

martes, 20 de noviembre de 2012

El Viejo Español y la Niña Cubana nº 2

Presentación


El viejo español ha llegado a Cuba, con la esperanza de encontrar ese alivio momentáneo que muchos van a buscar. Le han hablado de lindas morenas que, por cosas de poco valor, son capaces de hacerle disfrutar a uno. Él va convencido que encontrará lo que busca y que su vida será mejor, porque la soledad lo está matando más que el cáncer.

La niña cubana es aún muy joven. Es linda, avispada y sale todos los días a buscar turistas para conseguir algo de valor con que intercambiar por alimentos. Es la mayor de seis hermanos y no recuerda un día en que haya comido medianamente bien.

Como todos los días, el barco español llega a Cuba y sus pasajeros desembarcan para disfrutar de su estancia en esa isla que llaman exótica, llena de jóvenes salerosos y bellas muchachas. Se ven muchas niñas recorriendo los puestos y los restaurantes, saludando y sonriendo a los turistas.

La niña cubana camina mirando hacia el barco, soñando poder tener esa vida de viajes y ensueño de la gente que tiene dinero mientras el viejo español mira unas postales de los lugares más bellos de la isla.

En un momento se produce el encuentro y la niña cubana tropieza con el viejo español. La niña cubana se disculpa por no mirar a donde debía mientras que el viejo español se disculpa por estar en medio del estrecho paso entre las casas de recuerdos.

Se miran a los ojos y el tiempo se detiene a su alrededor. Ella ve en los ojos del viejo español una soledad que muchos tienen y pocos reconocen. Él ve en los ojos de la niña cubana una miseria que ella quiere ocultar bajo su sonrisa.

Cuando los dos vuelven en sí, casi de mutuo acuerdo, se cogen de la mano y caminan hacia la pensión del viejo español, sin que nadie le reproche al hombre su acción futura y teniendo las envidiosas miradas del resto de las niñas por haber tenido suerte a la primera.

sábado, 20 de octubre de 2012

El Viejo Español y la Niña Cubana nº 1

Prefacio/Prólogo/Nota inicial

... este pequeño cuento que empieza aquí no es más que eso, un cuento ... para nada ha de crear prejuicios de ningún tipo, al igual que tampoco es ningún manifiesto contra nada en concreto ... pido, pues, que se lea como una historia más, algo que ha salido de mi cabeza a raíz de un comentario, una imagen o una noticia ... espero que nadie entienda lo que no está expresado al igual que espero que nadie se ofenda por la historia (ficticia) que aquí se relata ... gracias ...

Introducción

Érase una vez un viejo español que vivía solo y que no tenía más compañía que la suya propia.

Así mismo, érase una vez una niña cubana que no tenía bocado que llevarse a la boca, a no ser que llevara a casa algo de valor.

Érase, pues, una vez en que dos personas de diferente sexo, edad y nacionalidad, iban a ser protagonistas de dos historias reales, muy diferentes entre sí pero reales como la vida misma.

Érase también, un viaje de España a Cuba y su correspondiente regreso, un viaje que siempre comienza igual pero que termina como cada cual quiere que termine.