La historia de Tesa (cap. 1)
25 de Enero de 2017
Tesa vivía en un mundo de ensueño, casada con el que creía el mejor marido del mundo y con un trabajo que hacía delicias de su tiempo libre fuera del hogar.
Su vida giraba siempre en torno a lo mismo, sin salirse nunca de sus hábitos excepto cuando era día grande. Desde niña siempre le inculcaron la virtud de ser amable e intentar hacer lo correcto, algo que procuraba casi cada segundo de su vida. Creía a pies juntillas aquella vida que le había tocado vivir mas no podía dejar de pensar, esporádicamente, que podría haber tenido otras oportunidades, podría haber tomado otras elecciones. Entonces se pellizcaba en el brazo derecho y se repetía a sí misma que eran fantasías prohibidas que podían hacerle daño mentalmente. También físicamente, si alguien se enteraba.
Era Domingo y su marido la sorprendió llamándola a primera hora para levantarse y aprovechar el día, pues el sol iluminaba de forma agradable y la primavera ayudó que las flores en los parques crecieran y florecieran hermosas. Después de desayunar y arreglarse, cogieron el coche y se dirigieron a las afueras de la ciudad, una explanada les esperaba a ellos y a quienes gustaban de pasar el día en el campo. Todos salían de la ciudad con el ánimo de ser, durante unas horas, campesinos, desconociendo completamente cuán equivocados estaban. Al menos, el consuelo de haber pasado un día agradable les pasaba por alto ese detalle.
Cuando llegaron a tan hermoso y admirado sitio, dejaron el coche junto con otros tantos que revelaban la posible cantidad de muchedumbre que habría allí. Se dirigieron por el camino de tierra bordeado de altos y frondosos árboles hasta llegar a una especie de plaza natural, grande, llana y rodeada por arbustos, árboles y flores bien distribuidos, pareciéndose a una cerca bien estudiada. Allí habían varias personas esparcidas en grupos de dos, tres o cuatro, haciendo ademanes de escoger por dónde seguirían su ruta o difiriendo de las opiniones de los demás. También habían algunos niños que, haciendo caso omiso de las discusiones de los mayores, correteaban a lo ancho de la plaza, haciéndose amigos de los otros niños con quienes se encontraban.
De la plaza de tierra salían tres caminos más estrechos que el anterior, casi cubiertos por la maleza que a su vera crecía, creando un paisaje más bien selvático. Ramas y zarzas hacían del recorrido una aventura, dejando marcas casi imperceptibles pero picantes en las piernas de quienes gustaban llevarlas al aire. Cada camino parecía, a su salida de la plaza, como si fueran afluentes de la misma, revelando pequeños deltas de piedra y ramas que le daban un aspecto intrigante y espectacular.
Cada camino llevaba a una zona del monte que, a partir de la plaza, se levantaba hacia el Norte. El camino de la derecha recorría su vertiente Este mientras que el de la izquierda les llevaría hacia el Oeste. El camino del centro era el menos recorrido y el que mayor plaga de maleza tenía. Parecía imposible caminar por allí si no se sabía cómo hacerlo. De vez en cuando aparecían algunos caminantes que, mochila a la espalda y caña en mano, enfilaban como si del último reto se tratara, creando una aventura digna de héroes de tiempos medievales.
Raúl cogió a Tesa de la mano y, juntos, se dirigieron hacia el camino del centro. Tesa se paró un momento, abriendo los ojos con sorpresa.
- ¿No querrás ir por ahí?
- ¿Por qué no?
- ¡Porque está lleno de zarzas y espinas! Además, no se puede caminar entre tanta rama caída.
- Vamos, cielo, que será un paseo inolvidable.
- Pero no llevo un calzado apropiado -dijo, señalando las sandalias que se había puesto.
- No te preocupes, cariño, al final del camino encontraremos un río donde podrás meter los pies. Verás qué alivio y placer sentirás cuando lleguemos.
Tesa asintió con la cabeza pero su mente le obligaba a quedarse quieta, sin moverse. Raúl le tiró de la mano y los pies de Tesa se movieron casi como por obligación, uno detrás del otro, siguiendo el camino que su marido le marcaba. Entraron en el camino central, desplazando unas ramas que parecían vallarlo, y emprendieron la aventura inesperada que Raúl había propuesto para ese día.
Escrito el 19 de Septiembre de 2010