Capítulo 4
15 de Julio de 2012
Paco cogió el coche y se dirigió al restaurante donde Sonia, su ex esposa, comía todos los Viernes. Por el camino iba pensando en qué podría haber pasado para que Sonia le llamara de repente. Hacía varias semanas que no sabía nada de ella. Esperaba que no se tratara de aquello, no quería recordar de nuevo aquellos días, temía volver a necesitar las pastillas.
Llegó al restaurante y allí de pie estaba Sonia, esperándole. Parecía mentira, después de tanto tiempo y aún la encontraba atractiva y sexy, con esa falda que sin ser mini mostraba parte de aquellos muslos que, tiempo atrás, sus manos y su boca habían recorrido.
Se paró enfrente de ella y abrió la puerta.
- Hola, Sonia.
- Hola, Paco.
La preocupación era la única expresión que tenía Sonia en la cara, parecía una persona vulnerable a todo y a todos. Paco hizo una mueca recordando a la dama de hierro que conoció, que no se detenía ante nada, aunque no tuviera la razón.
- Entra -dijo Paco.
- Vamos al Salmerín -dijo Sonia mientras se sentaba en el coche y cerraba la puerta.
- ¿Al Salmerín? No creo yo que...
- Por favor, Paco, esto es serio. Debemos ir allí.
- Vale... pero nada de trucos, que nos conocemos.
- ¿Crees que estoy para trucos? -dijo alzando la voz mientras extendía la mano derecha, que temblaba como si tuviera mucho frío.
- Vale, tranquila. Vamos al Salmerín y hablamos.
- Gracias -musitó Sonia.
Paco se tomó en serio ese encuentro pues Sonia no pedía favores y, menos aún, daba las gracias. Se dirigió al Salmerín, una casa apartada de la ciudad que pertenecía a la familia de Sonia. Tanto ella como sus dos hermanos decidieron dejarla a su suerte, después de lo que pasó aquella vez, algo que nadie quiere recordar.
Cuando llegaban hacia la casa por el descuidado camino, que una gran cantidad de malas hierbas cubría, vieron la figura de alguien dirigirse hacia ellos.
- ¡Roberto! -exclamó Sonia.
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