Capítulo5
María y José, sin entenderse
20 de Julio de 2013
María era una mujer que trabajaba en un colmado. Era una mujer que hacía su trabajo y apenas daba conversación a nadie. En sus ojos brillaba la expresión de la indiferencia; sus andares eran fruto de unaa rutina vivida durante años; su vida era un círculo donde cada día se repetía lo mismo.
José era un hombre trabajador, amante de la juerga y de las charlas. Llevaba años en la misma empresa donde ejercía de jefe de mantenimiento. Era lo que le gustaba hacer y tuvo la suerte de encontrar este trabajo, aun a pesar de no tener la preparación y los conocimientos necesarios.
María estaba orgullosa de los logros de su marido, aun a pesar del poco tiempo que pasaban juntos.
Su hija Paula sufría por los dos. Su padre la acompañaba a clase por la mañana y por la tarde la recogía su madre. Merendaba, hacía los deberes y se quedaba en su cuarto jugando con sus muñecas, leyendo tebeos o viendo algún programa infantil en el televisor.
José tenía una vida muy social; después de dejar a su hija Paula en el colegio iba a trabajar, buscando siempre un momento para hablar con alguien de cualquier tema, daba lo mismo que fuera de fútbol, política o la última película de Bruce Willis. Por la tarde iba a jugar su partida de mus con los amigos que hizo cuando trabajó en la obra; llegando a última ahora a casa para acostarse.
María,por su parte, iba a trabajar por la mañana hasta la hora de comer, volvía a casa para hacer las tareas domésticas, recogía a Paula del colegio y pasaba la tarde ora leyendo revistas o libros, ora cosiendo, ora viendo el televisor.
Paula se sentía una extraña, viviendo siempre las mismas situaciones. Sólo el fin de semana cambiaba un poco porque no tenía que ir al colegio. El Sábado acompañaba a su madre al mercado y en casa hacían las camas, quitaban el polvo y doblaban la ropa. Por la tarde salían a dar un paseo para ver los grandes escaparates, merendaban chocolate con churros y a veces, iban al cine.
El Domingo, María y José salían con Paula y la llevaban al parque o al circo (cuando venía a la ciudad). Iban a hacer el vermú y comían en casa como los ricos, todos juntos. Por la tarde, José veía el fútbol, María leía y Paula escribía su pequeño diario. Decidió escribirlo los Domingos porque así contaría más cosas.
Un Domingo, Paula se despertó y se levantó sola. Su padre no estaba en casa y su madre estaba sentada en el sillón, callada, la vista perdida.
De pronto se oyó la puerta y vio entrar a su padre y pensó que estaba enfermo, porque caminaba raro y tenía un ojo medio cerrado.
- ¿Te parece bonito volver a estas horas?
María se levantó gritando, alzando los brazos, la cara con rabia.
- ¿Qué pasa? Si hace un sol bonito...
José apenas podía pronunciar bien las palabras.
- ¿Bonito? ¡Vergüenza debería darte! Tú de juerga y tu hija aquí, olvidada, como yo. He aguantado que te olvidaras de mí, ¡pero de tu hija! Eso sí que no te lo aguanto.
- Mira quién habla, la que no quiso salir nunca de casa... no sea que gastes dinero.
- Y tú de borrachera en borrachera, con esos amigotes tuyos que a saber de qué viven...
- A mis amigos los dejas tranquilos.
Paula asistía al espectáculo con los ojos y la boca bien abiertos. No entendía qué estaba pasando.
- Toda mi vida dedicaca a ti y tú de fiesta en fiesta, como si yo fuera un trapo.
- No te quejes que tú nunca has querido venir conmigo... además, la idea de dormir separados fue tuya...
- Eso, ahora soy yo la culpable... ¡en qué estaría pensando cuando me casé contigo!
- Puedes culpar a tus amigas de haberte emborrachado aquella noche y que te echaran sobre mí, que también estaba tocado... ellas son las culpables.
Paula se tapó las orejas y se fue corriendo a su cuarto, lágrimas en los ojos, dolor en el alma.
- Mira, ya has hecho que tu hija llore... nunca pasas tiempo con ella...
- ¿Y tú pasas mucho tiempo con ella? Leyendo esas novelas de amor y viendo los programas de cotilleo mientras ella se queda en su cuarto...
- Yo soy su madre, que para eso la parí...
- Y por eso nos casamos... ¿te acuerdas?... de prisa y corriendo para que no se notara el embarazo...
- ¿Serás capullo?... para una vez que me alegraste el cuerpo...
Paula se escondió bajo la almohada, con los ojos cerrados, y empezó a decir bajito, una y otra vez:
- Por favor, que termine...
Paula escribió, como todos los Domingos, en su diario:
"Querido diario. Esta semana ha sido como todas pero hoy ha pasado algo que me ha hecho mucho daño. Papá y mamá se han gritado porque papá no ha dormido en casa. Se han tirado cosas y han roto una silla y las figuritas de los pastores que no me dejaban tocar. Luego papá se ha marchado y mamá ha estado llorando mucho. Me ha dicho que papá no volverá y que se van a divorciar. Me ha parecido sentir que el corazón se me rompía en mil pedacitos..."