Cuento de Navidad
20 de Diciembre de 2013
Érase una vez una sepia y un pulpo que, buceando en las profundidades del mar, se encontraron un día.
El pulpo, al ver aletear esa tan blanca sepia, comenzó a mover como loco sus tentáculos.
La sepia comenzó a girar en círculos alrededor de aquel pulpo tan 'bailongo'.
Las ventosas del pulpo empezaron a abrirse y cerrarse con frenético ritmo mientras la sepia acariciaba con sus dos tentáculos la cabeza del pulpo.
La sepia se acercaba haciendo una elipse imaginaria en el fondo del mar; el pulpo la llamaba con sus tentáculos invitándola a disfrutar.
Los dos se unieron.
El pulpo apresó a la sepia con sus fuertes ventosas.
La sepia le clavó su enorme uña en la, ahora, asquerosa boca del pulpo. Una red cayó sobre ellos y los atrapó.
Fueron servidos en un bar costero a una familia que celebraba la Navidad.
Menú del día:
· sepia a la plancha con ajo y perejil;
· pulpo a la gallega.
Moraleja: estaban para chuparse los dedos.
El pulpo, al ver aletear esa tan blanca sepia, comenzó a mover como loco sus tentáculos.
La sepia comenzó a girar en círculos alrededor de aquel pulpo tan 'bailongo'.
Las ventosas del pulpo empezaron a abrirse y cerrarse con frenético ritmo mientras la sepia acariciaba con sus dos tentáculos la cabeza del pulpo.
La sepia se acercaba haciendo una elipse imaginaria en el fondo del mar; el pulpo la llamaba con sus tentáculos invitándola a disfrutar.
Los dos se unieron.
El pulpo apresó a la sepia con sus fuertes ventosas.
La sepia le clavó su enorme uña en la, ahora, asquerosa boca del pulpo. Una red cayó sobre ellos y los atrapó.
Fueron servidos en un bar costero a una familia que celebraba la Navidad.
Menú del día:
· sepia a la plancha con ajo y perejil;
· pulpo a la gallega.
Moraleja: estaban para chuparse los dedos.
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