Agradecimiento
25 de Mayo de 2016
Alzó la vista en un intento de desprenderse de la locura momentánea que le había producido la idea de quedarse inválido para siempre. Si la taxista no hubiera ido bebida no habrían tenido el accidente.
De pronto apareció Sonia.
Radiante con un vestido azul claro, ceñido al cuerpo, paseaba en dirección a él. No fijaba la vista en nada concreto, sólo miraba los escaparates y los transeúntes que pasaban.
Diez metros los separaban y el corazón le empezó a palpitar a una velocidad increíble. Ella continuaba acercándose caminando con una elegancia digna de una reina.
Nueve metros.
La breve brisa se convirtió en un soplido fuerte que agitó el cabello de Sonia, dejando al descubierto su bello cuello.
Ocho metros.
Continuaba acercándose a paso lento y él no podía evitar fijar la vista en ella. Lo tenía todo: alta, guapa, esbelta.
Siete metros.
Un rayo de sol se reflejó en el retrovisor de un coche y Sonia quedó cegada momentáneamente. En seguida se repuso como si de un mosquito hubiera sido.
Seis metros.
Una alcantarilla le sale al paso y el tacón derecho se introduce en el centro de la tapa. Con grandes esfuerzos logra destrabillarse y mira alrededor con la esperanza de no llamar la atención.
Cinco metros.
Pero él sí se ha dado cuenta. Y aminora el paso cautelosamente para verla más detenidamente.
Cuatro metros.
Sonia fija la vista en él y, como si fuera un reflejo, comienza a ruborizarse. Él desprende un gesto de triunfo.
Tres metros.
Sonia se detiene mientras la gente la esquiva de forma sortosa. Él avanza más deprisa hasta quedar enfrente a ella.
Medio metro.
Él la mira a los ojos, ella baja la vista.
"Gracias", le dice, pues recuerda que ella es la taxista.
Le da las gracias por recordarle de ponerse el cinturón de seguridad.
De pronto apareció Sonia.
Radiante con un vestido azul claro, ceñido al cuerpo, paseaba en dirección a él. No fijaba la vista en nada concreto, sólo miraba los escaparates y los transeúntes que pasaban.
Diez metros los separaban y el corazón le empezó a palpitar a una velocidad increíble. Ella continuaba acercándose caminando con una elegancia digna de una reina.
Nueve metros.
La breve brisa se convirtió en un soplido fuerte que agitó el cabello de Sonia, dejando al descubierto su bello cuello.
Ocho metros.
Continuaba acercándose a paso lento y él no podía evitar fijar la vista en ella. Lo tenía todo: alta, guapa, esbelta.
Siete metros.
Un rayo de sol se reflejó en el retrovisor de un coche y Sonia quedó cegada momentáneamente. En seguida se repuso como si de un mosquito hubiera sido.
Seis metros.
Una alcantarilla le sale al paso y el tacón derecho se introduce en el centro de la tapa. Con grandes esfuerzos logra destrabillarse y mira alrededor con la esperanza de no llamar la atención.
Cinco metros.
Pero él sí se ha dado cuenta. Y aminora el paso cautelosamente para verla más detenidamente.
Cuatro metros.
Sonia fija la vista en él y, como si fuera un reflejo, comienza a ruborizarse. Él desprende un gesto de triunfo.
Tres metros.
Sonia se detiene mientras la gente la esquiva de forma sortosa. Él avanza más deprisa hasta quedar enfrente a ella.
Medio metro.
Él la mira a los ojos, ella baja la vista.
"Gracias", le dice, pues recuerda que ella es la taxista.
Le da las gracias por recordarle de ponerse el cinturón de seguridad.
Escrito el 4 de Septiembre de 1999
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