Capítulo 6
15 de Septiembre de 2012
Los tres se quedaron mirando a la derecha del porche con una mezcla entre sorpresa y temor, quietos los tres. Había un cuerpo inmóvil boca abajo y con los brazos hacia adelante, posiblemente de una mujer, por la ropa. Los tres se miraron, volvieron a mirar hacia el cuerpo y dijo Paco:
-
Habría que ver quién es.
De repente, los dedos de la mano de quien yacía en el suelo empezaron a moverse provocando un gran sobresalto a los tres.
-
¡Se mueve, está viva! -dijo Sonia.
-
¡Espera, que se levanta! -gritó Roberto.
Poco a poco, bajo la tenue luz de la lamparilla que colgaba encima de la puerta, empezó a moverse e intentó incorporarse. Los cabellos le caían por la cara haciendo imposible verle el rostro. Cuando consiguió ponerse en pie, curvada la espalda y dobladas las rodillas, se le oyó musitar:
-
¿Qué ha pasado?
Ninguno de los tres sabía qué hacer. Sonia se agarró sin pensar al brazo de Paco mientras Roberto permanecía detrás de ellos, reculando un paso.
-
¿Quién eres tú? -dijo, finalmente, Paco.
La mujer que ante ellos se mostraba débil pero con la voluntad suficiente como para erguirse, pasó una mano por sus cabellos y los echó hacia atrás, mostrando su rostro, mientras decía:
-
Me llamo Eulalia.
Y, dicho esto, se desmayó y cayó hacia el suelo mientras Paco, instintivamente, se abalanzó hacia ella para frenar la caída, sin conseguirlo.
-
¡Quieto, no la toques!
Paco se paró en seco y en su rostro mostró sorpresa, mientras se giraba hacia aquella voz. Sonia se quedó petrificada al oír esa voz y notó cómo una sensación de angustia invadía todo su cuerpo.
Cuando Paco pudo ver de dónde venía la voz vio una figura que estaba detrás de Roberto, con una mano tapándole la boca y con la otra empuñando una pistola hacia su sien. La cara de Roberto estaba blanca, con los ojos abiertos de par en par y con una gota de sudor recorriéndole la frente.
-
¿Quién eres? -gritó Paco.
-
Creo que ya lo sabes, "pegajoso" -dijo la figura soltando una sonora carcajada.
Paco se quedó mudo al oír "
pegajoso". Nadie le había llamado así desde que dejó la escuela, hace ya muchos años. Por su mente circularon imágenes de aquella época, de cómo iba detrás de todas las niñas y les ponía la mano en el hombro, sin soltarse, "
pegajoso".
Sonia no sabía qué hacer ni qué decir. Había reconocido aquella voz pero no sabía que conociera a Paco de nada. Estando casada con él le oyó una vez ese mote pero nunca supo el porqué. Comenzó a girar sobre sus talones. Tenía miedo. Creía que iba a morir esa tarde.
-
Muy bien, Anselmo, -dijo Sonia-
basta de juegos.
Paco miró a Sonia sorprendido de que le conociera y empezó a preocuparse de tanto misterio que le estaba jorobando su fin de semana. ¡¡ Marta !! Ya casi se había olvidado de ella. Empezó a tener dudas acerca de lo que estaba pasando esa tarde.
-
Veo que tienes fino el oído, Sonia. -dijo Anselmo con sorna-
Veamos si también tienes ágil el cerebro.
-
¡Suelta a mi hermano!
-
Tranquila, niña, tranquila. Primero tenemos que hablar un poco.
-
¡No tengo nada de que hablar contigo!
-
¿Y por qué habéis regresado al Salmerín?
Ante esta pregunta los tres se quedaron sin palabras. Paco no iba a decir que Sonia le había traído hasta aquí, no iba a ser tan cabrón de mezclarla para salvar su piel. Sonia no quería ni pensar que viviera en el mismo mundo que Anselmo, antes muerta que respirar el mismo aire que él. Roberto notaba que el estómago se le revolvía, sudaba a mares y se estaba meando encima.
-
Eso no te incumbe -dijo Sonia.
-
Claro que me incumbe -dijo Anselmo señalando con la pistola hacia Eulalia-
Ésa de ahí es mi hermana...
Roberto, Sonia y Paco palidecieron cuando escucharon:
- ...
la viuda de Tomás.