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domingo, 10 de febrero de 2013

Un día de San Valentín

Un día de San Valentín. El amor joven

10 de Febrero de 2013
Escrito el 8 de Febrero de 1999

Era una bella tarde de invierno, brillando el sol, cantando los pájaros. No tenía que temer nada, ella me quería. No podía dejar de pensar en ella. Hasta que sonó el timbre.

Con prisa, cogí el llavero y la chaqueta, me encaminé escaleras abajo y la encontré allí. Enfundada en unos ceñidos pantalones rasos, de una sola costura. Se abrigaba gracias a un jersey oscuro con un cuello que dejaba entrever la camiseta blanca que decoraba a juego su delgado y esbelto cuello, cerrado por un colgante de plata, su nombre grabado. Su calzado la había hecho crecer tres o cuatro centímetros mientras que su verde mirada me invadía por dentro.

Un claro de esperanza inundó mi ser.

Su cabello liso se reunía en una pequeña cola bien hecha. Con el pelo suelto, su mirada cambiaba: de ser agradable a tener cierto tono de maldad. Poseía unos dotes inusuales para hacer que me sintiera bien, cual fuera el momento.

Recuerdo los despertares en casa de mis padres acompañados del ansia por bajar al bar para que me sirviera un café. Todavía sigue viva la primera vez que le dije lo que sentía por ella, hace cinco años. Nadie la había invitado para aquel Domingo. Era Sábado y me sirvió mi acostumbrado café cuando, en un descanso de barra, nos pusimos a hablar. Nadie la había llamado y no sabía por qué. Decidí hacer público mi amor pero sólo acerté a decirle:

- Quizá aceptes que te invite mañana a tomar algo.

Ella no salió de su asombro, cuando me dijo:

- ¿No será una invitación para salir o algo así?
- Así es -respondí- Quiero quedar contigo mañana.
- ¿No tenías a nadie con quien salir o qué? Ya soy mayorcita para que me lleven a tomar algo por ahí. Si salgo, me voy con mis amigas.
- Y seguro que no tienen nada que hacer. Acéptalo, mañana es San Valentín y me gustaría quedar contigo. Nada especial, si tú no quieres.
- Bueno, pero no te hagas ilusiones.
- ¿Quedamos, entonces, a las cinco y media aquí delante?
- Vale.

Y allí quedó todo. Al día siguiente fue como un sueño grandioso. Nada más llegar ella me preguntó dónde iríamos. "¡Sorpresa!", le dije yo. Aceptó y empezamos a andar, sin rumbo fijo, por la calle Ancha. Llegados a las Ramblas, subimos hacia la plaza Cataluña, no sin antes pararnos en los tenderetes donde se vendían collares y anillos, pañuelos y todo tipo de alhajas.

- ¡Qué bonito es esto! ¡Qué bonito es lo otro!
- ¿Quieres algo de esto?
- No hace falta, gracias.
- ¿No te haría ilusión un recuerdo?
- Sí, pero me conformo con recordar el paseo.

Al final conseguí convencerla y le compré un anillo, inscrito en él la fecha de hoy, 14 de febrero. Todavía lo lleva puesto. Es el único que lleva puesto.

Seguimos, cogidos de la mano, paseando por tan magistral museo vial hasta que llegamos a la plaza Cataluña. Subimos la Rambla de Cataluña hasta la calle Córcega donde, tiempo atrás, había conocido un bar bastante cálido e íntimo. La invité a entrar, no sin fijarme en la expresión que surgió en su rostro al ver tan bonito lugar. Saludé al camarero que nos indicó una mesa apartada y sugerente al retiro armónico de dos seres que se quieren. Leves frases y susurros es lo único que la gente sabe de nuestro encuentro. Ni en el más interno de mis deseos hubiera imaginado una tarde como aquélla.

rpPaco

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