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martes, 15 de octubre de 2013

El Secreto nº 19


Capítulo 19
15 de Octubre de 2013

La habitación seguía iluminada por el fuego en el centro. Miradas asombradas se dirigían hacia Tomás, garrote alzado en mano. Paco, a sus pies, con la mano en el bolsillo, mostraba una mirada diferente, una que sólo podía mirar Tomás, una mirada de odio.

- ¡No! –gritó Eulalia.

Un pequeño reguero de sangre empezó a salir de un agujero bajo el hombro izquierdo de Tomás.

- ¡Cabrones!

La voz de Tomás denotó un esfuerzo considerable para hablar, como si hubiera recibido un disparo fatal y le faltaran fuerzas.

- Pero, ¿cómo? –dijo en alto Roberto, como despertando de un coma sin saber dónde se encontraba.
- ¿Qué ha pasado? –secundó Anselmo.
- Creo que ha sido Paco –dijo Juan- sabía que algo se le iba a ocurrir.
- ¡No puede ser! –gritó Tomás- Esto no debe terminar así.
- ¡Cállate ya, Tomás!

Paco se puso en pie con más esfuerzo del habitual y separándose de Tomás. Sacó la mano del bolsillo y en ella llevaba el arma de Anselmo.

- Ahora sí que vas a morir de verdad y nadie te salvará.
- ¿Cómo que nadie…? ¿Qué sabes tú?
- ¡He dicho que te calles, cabrón! Vas a morir de verdad, porque yo mismo te voy a pegar un tiro en la cabeza.
- Inténtalo y volaremos todo.
- ¡¿Qué?!

Un unísono y sonoro monosílabo salió de las bocas de todos.

- Digo que esta casa tiene dinamita y que volaremos todos si haces algo, Paco.
- Estás enfermo, Tomás. ¡Enfermo no, loco!
- Lo que tú digas, Paco, pero estos últimos cinco años he estado preparando mi venganza y nadie me quitará la satisfacción de tenerla.
- Eres un… -Sonia murmuró.
- Vigila tus palabras, nena, que tú también vas a la olla.
- ¿Por qué haces esto, amado mío? –pregunta Eulalia, con lágrimas en los ojos y temblando de miedo.
- Porque juré venganza.
- Pero podemos volver a ser felices.
- Nunca. El Tomás que conociste ya no existe. Se quemó hacde cinco años.
- ¡No! –Eulalia se apoyó en el hombro de su hermano- Todo puede ser como antes…
- ¡Callaos ya! Vais a morir, aunque tenga que morir yo también.
- Eso se puede arreglar.

Dicho esto, Paco le dio un tremendo puñetazo. Tomás soltó el garrote que había bajado al suelo e intentó meter la mano en su camisa. Paco se lo impidió asiéndole las muñecas y llevándoselas tras la espalda.

- ¡Corred, marchad!

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