Capítulo 20
15 de Noviembre de 2013
Quedaron paralizados ante la tentativa de Paco. Temieron volar por los aires.
- ¡He dicho que corráis!
La voz de Paco era un estruendo, entre forcejeos con Tomás, a quien seguía tiñéndosele la camisa de tojo.
- ¡Vamos, ya!
Casi en un sobresalto empezaron a marchar de la habitación, Roberto y Anselmo llevando a Juan, Sonia y Eulalia cogidas de la mano.
Cuando desaparecieron en la oscuridad, Paco dijo:
- Te dije que buscaras tu propia salvación.
- ¿Cómo? ¿Es posible…?
- Y si no lo hacías, yo sería tu castigo.
- ¿Fuiste tú?
- Sí, Tomás.
- Pero, ¿por qué?
- Porque creía en las segundas oportunidades.
- ¡Como la que me disteis en la hoguera, cabrones!
- Ya te habíamos dado demasiadas y cruzaste la línea.
- ¡Me da igual, vas a volar conmigo!
- Hoy sólo morirás tú.
- ¡Que te crees tú eso!
Tomás logró soltar su mano derecha y, metiéndola bajo la camisa, extrajo un aparato con un botón en el centro.
- ¡Ahora sí! –dijo apretando el botón.
- ¡No!
- En un minuto todo volará por los aires, incluidos tus amigos, tú y yo.
- ¡Ya habrán salido!
- Se me olvidó deciros que la puerta está bloqueada.
- ¡Cabrón!
Y Paco salió a la carrera tirando a la hoguera a Tomás.
- ¡Corre, corre, que no escaparás!
Mientras Paco se metió en la oscuridad, Tomás seguía riéndose mientras su cuerpo volvía a quemarse.
Poco después, el silencio de la noche fue roto por el sonido de una explosión y el Salmerín voló por los aires.
- ¡He dicho que corráis!
La voz de Paco era un estruendo, entre forcejeos con Tomás, a quien seguía tiñéndosele la camisa de tojo.
- ¡Vamos, ya!
Casi en un sobresalto empezaron a marchar de la habitación, Roberto y Anselmo llevando a Juan, Sonia y Eulalia cogidas de la mano.
Cuando desaparecieron en la oscuridad, Paco dijo:
- Te dije que buscaras tu propia salvación.
- ¿Cómo? ¿Es posible…?
- Y si no lo hacías, yo sería tu castigo.
- ¿Fuiste tú?
- Sí, Tomás.
- Pero, ¿por qué?
- Porque creía en las segundas oportunidades.
- ¡Como la que me disteis en la hoguera, cabrones!
- Ya te habíamos dado demasiadas y cruzaste la línea.
- ¡Me da igual, vas a volar conmigo!
- Hoy sólo morirás tú.
- ¡Que te crees tú eso!
Tomás logró soltar su mano derecha y, metiéndola bajo la camisa, extrajo un aparato con un botón en el centro.
- ¡Ahora sí! –dijo apretando el botón.
- ¡No!
- En un minuto todo volará por los aires, incluidos tus amigos, tú y yo.
- ¡Ya habrán salido!
- Se me olvidó deciros que la puerta está bloqueada.
- ¡Cabrón!
Y Paco salió a la carrera tirando a la hoguera a Tomás.
- ¡Corre, corre, que no escaparás!
Mientras Paco se metió en la oscuridad, Tomás seguía riéndose mientras su cuerpo volvía a quemarse.
Poco después, el silencio de la noche fue roto por el sonido de una explosión y el Salmerín voló por los aires.
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