Como el éter que acompaña mi más cercano descanso, como el aire que embellece mi mecanismo interno, como el agua que saborean las bellezas marinas, vuelvo a ti.
Sin ruidos y sin anuncios.
Con paso cauteloso y sigilo.
Teniendo en cuenta tu reposo, no lo destorbo.
Haciendo un alto en el camino
5 de Marzo de 2015
De mis ojos salieron dos lágrimas.
Eran amargas y provocadas por un sentimiento casi desterrado de mi ser, un dolor que viene desde lo más profundo y que marca como nunca otro sentimiento lo haya hecho antes en mí.
Siento que llega la edad para dejar de soñar, para dejar de reír tontamente. No tengo más que esperar de la vida pero sé que la vida aún me va a ofrecer mucho ... menos eso.
Miro con una extraña sonrisa hacia ese parque donde corretean esos locos bajitos y me paro a contemplar sus idas y venidas, sus travesuras, sus "Yo no he sido, mamá", y vuelve a aflorar en mi mejilla otra lágrima.
Siento que ese distanciamiento hacia los pequeños se ha acortado considerablemente, siento que tengo dentro algo que quiero compartir, tengo deseos de enseñar a un ser indefenso a afrontar el mundo, tengo un pequeño sueño de ser padre.
Y sé que no será hoy ni mañana; quizá no sea nunca. Quizá tendré que aguantar con ese dolor hasta que se pase o quizá tendré que ocultarlo, enterrarlo en el olvido. Sé que las oscuras pesadillas que vendrán entonces serán más dañinas aún pero soportar el dolor presente me da miedo.
Tengo una ilusión, mas no tengo nada de valor para llevarla a cabo.
El tiempo nos enseña nuestro lugar y nosotros aprendemos a habituarnos a él; cuando queremos cambiar, el tiempo nos hace la vida imposible pues nuestro lugar es uno, no varios. Yo sé dónde está mi lugar, lo sé desde hace mucho tiempo y mis anhelos y deseos no cambiarán ese hecho.
Jugaremos a la ruleta de la vida y apostaremos sin pensar, quizá así tengamos una oportunidad de que el tiempo nos permita vivir una ilusión, un sueño, aunque sólo fuera por un instante.
Eran amargas y provocadas por un sentimiento casi desterrado de mi ser, un dolor que viene desde lo más profundo y que marca como nunca otro sentimiento lo haya hecho antes en mí.
Siento que llega la edad para dejar de soñar, para dejar de reír tontamente. No tengo más que esperar de la vida pero sé que la vida aún me va a ofrecer mucho ... menos eso.
Miro con una extraña sonrisa hacia ese parque donde corretean esos locos bajitos y me paro a contemplar sus idas y venidas, sus travesuras, sus "Yo no he sido, mamá", y vuelve a aflorar en mi mejilla otra lágrima.
Siento que ese distanciamiento hacia los pequeños se ha acortado considerablemente, siento que tengo dentro algo que quiero compartir, tengo deseos de enseñar a un ser indefenso a afrontar el mundo, tengo un pequeño sueño de ser padre.
Y sé que no será hoy ni mañana; quizá no sea nunca. Quizá tendré que aguantar con ese dolor hasta que se pase o quizá tendré que ocultarlo, enterrarlo en el olvido. Sé que las oscuras pesadillas que vendrán entonces serán más dañinas aún pero soportar el dolor presente me da miedo.
Tengo una ilusión, mas no tengo nada de valor para llevarla a cabo.
El tiempo nos enseña nuestro lugar y nosotros aprendemos a habituarnos a él; cuando queremos cambiar, el tiempo nos hace la vida imposible pues nuestro lugar es uno, no varios. Yo sé dónde está mi lugar, lo sé desde hace mucho tiempo y mis anhelos y deseos no cambiarán ese hecho.
Jugaremos a la ruleta de la vida y apostaremos sin pensar, quizá así tengamos una oportunidad de que el tiempo nos permita vivir una ilusión, un sueño, aunque sólo fuera por un instante.
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