15 de Marzo de 2015
- CAPÍTULO DECIMOQUINTO -
-1-
La gente se sentía cansada y les invité a ir a descansar. Se quedarían su hermana y sus vecinas. Manolo y yo nos pasaríamos al día siguiente, Manolo para poder ayudar a Nacho y yo para hablar con él.
Una vez se fue toda la gente, María y Josefa entraron para ver cómo estaba Nacho. Lo vieron tumbado en la cama. Se acercaron sin hacer ruido, para no despertarlo, pero fallaron. Nacho abrió los ojos y vio a sus vecinas con él. María nunca había pensado en el futuro sin Nacho, pensó que siempre estaría allí. Aquella noche se dio cuenta que quería a Nacho más de lo que creía. Josefa la vio y los dejó a solas.
- Nacho, ¿por qué tendré que ser tan desgraciada? Por favor, sal de ésta. Te quiero demasiado para perderte.
-2-
Pensativo estaba conduciendo por las calles de la ciudad. Parecía que la gente se había unido al dolor que sentíamos por Nacho. Nadie. Ni siquiera los pobres de siempre. También sería demasiado pedir que hubieran más de diez pobres por aquel barrio. Bastante sudé para conseguirles un techo gratis. Ahora ellos son los que se ocupan del edificio.
De verdad que no había nadie. ¡Cuidado! Un perro. Callejero. Si pudiera me lo llevaba, pero tengo prisa. Suerte de reflejos. Lo llego a atropellar y me da algo. A mí, al célebre abogado de esta ciudad. Tampoco soy tan grande pero debería serlo. Así nadie sufriría, ni siquiera Nacho.
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