Como el éter que acompaña mi más cercano descanso, como el aire que embellece mi mecanismo interno, como el agua que saborean las bellezas marinas, vuelvo a ti.
Sin ruidos y sin anuncios.
Con paso cauteloso y sigilo.
Teniendo en cuenta tu reposo, no lo destorbo.
Nada es bueno
5 de Septiembre de 2015
Cuando te dan la mala noticia nada es bueno. Cuando es el fin del mundo no te alegras porque ya no tengas enemigos. Si te cesan en el trabajo no te animas a buscar otro mejor. Y si has de estar tres horas de eterna espera no te alegras por los sucesos venideros. Todo te sale mal, la suerte ya no te acompaña.
Te dan la buena noticia y llegas a casa. Tarde, pero llegas. Cuando empieza a llover no lo notas porque estás cerca. Si hace frío es una brisa que aclara las ideas. Pero si además has de vagar sin rumbo entonces es cuando el destino ha jugado su carta, el azar decidió tu suerte y empiezas a temblar. No de frío sino de angustia. El temor de rememorar viejas historias que un día te dejaron sin razón de vivir. Aquéllas que ya pasaron y vuelven para amargarte, para recordar que no tienes a nadie, que tu existencia la creas tú.
Nadie cuenta, nadie se lo merece, piensas. Mientras tanto tu mente se va cerrando a la posibilidad de salir adelante. Tu ser emana un hedor indescriptible por lo que te atormenta todo dicho, te hace sucumbir el pensamiento, te cansa cualquier diálogo. No temes el destino, pues ya te ha decidido, sino el azar que ha destrozado uno a uno tus principios. Los ves en un recorte tras otro formando un conjunto, una mentalidad barrada por la inutilidad humana de frenar el caos, una esencia que poco a poco desaparece de la existencia.
En fin, tu dolor no te salvará de ser feliz pues el camino puede cambiar a mejor. Tú, caminante, te quedan posadas por asistir, camino que compartir, odio por combatir.
Te dan la buena noticia y llegas a casa. Tarde, pero llegas. Cuando empieza a llover no lo notas porque estás cerca. Si hace frío es una brisa que aclara las ideas. Pero si además has de vagar sin rumbo entonces es cuando el destino ha jugado su carta, el azar decidió tu suerte y empiezas a temblar. No de frío sino de angustia. El temor de rememorar viejas historias que un día te dejaron sin razón de vivir. Aquéllas que ya pasaron y vuelven para amargarte, para recordar que no tienes a nadie, que tu existencia la creas tú.
Nadie cuenta, nadie se lo merece, piensas. Mientras tanto tu mente se va cerrando a la posibilidad de salir adelante. Tu ser emana un hedor indescriptible por lo que te atormenta todo dicho, te hace sucumbir el pensamiento, te cansa cualquier diálogo. No temes el destino, pues ya te ha decidido, sino el azar que ha destrozado uno a uno tus principios. Los ves en un recorte tras otro formando un conjunto, una mentalidad barrada por la inutilidad humana de frenar el caos, una esencia que poco a poco desaparece de la existencia.
En fin, tu dolor no te salvará de ser feliz pues el camino puede cambiar a mejor. Tú, caminante, te quedan posadas por asistir, camino que compartir, odio por combatir.
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