Cuarto y mitad de blog
5 de Octubre de 2012
La verdad
es que fui al mercado y quería Cuarto y mitad de lentejas pero,
siendo comida de viejas, si las quieres las comes y si no, las dejas.
Hay quien
se preguntará el porqué de todo junto (traducciones
a la ligera) y sólo puedo responder con el silencio. Porque es mejor callar
si lo que se va a decir no es más bonito que el silencio. En este mundo que nos
ha tocado vivir, oímos (que no escuchamos) infinidad de frases que hieren
nuestros oídos y debilitan nuestra inteligencia, insultándola. Yo estoy
escribiendo mis escritos con paulatina distancia puesto que quien quiera leerme
que lo haga. Quien no, tiene a otros escritores para elegir.
Porque a
mí no me gusta quejarme. Al menos, no delante de todo el mundo para que me den
palmadas en la espalda y todo pasará.
No voy a ir a una tienda fotográfica a revelar mi rollo. No entraré en un bar
y, por el módico precio de un café, me desahogaré cual histriónico en la
consulta de un psicólogo.
No. Sólo
dejaré que las palabras fluyan por aquí, en este medio tan grato y corrosivo
que hace las veces de medio de contacto y ficticia vida real.
No me
preocuparé de los novios con los que salga mi vecina del tercero; tampoco me
importará si el vecino de enfrente es primo hermano del cuñado del sobrino del
tío de la hermana de uno de los novios de mi vecina; no quiero saber si la vida
de una estrella mediática es un bulo o es la fatal realidad.
Simplemente
me desahogaré cuando necesite hacerlo a la antigua usanza: en casa, con mi
botella de agua (el alcohol cada vez está más caro; o, al menos, debería
estarlo), con el televisor encendido en un documental de apareamiento de la
oruga balconera, bata y pijama color desteñido, pelo y barba desaliñados,
cigarrillo colgando del labio cual suicida haciendo puenting, mente en blanco y
ojos enfocados en la última telaraña que, Herminia la octogenaria araña, ha
querido dejar para mi gusto y deleite a la hora de hacer las tareas domésticas.
Creo que,
al final, pasaré de comprar la libra de lentejas. Mis dientes ya no pueden
masticar el hierro como antes.
El Poeta Errante
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