Capítulo 10
15 de Enero de 2013
Anselmo y Eulalia mostraban en sus rostros sorpresa, horror, vergüenza e incertidumbre. Sabían que Tomás siempre fue un ser violento que hacía cosas sin sentido, como un loco, sin acordarse después de lo que había hecho. Pero nunca creyeron que hubiera rebasado la línea; era demasiado incomprensible, aun para Tomás.
- Espera un momento, "pegajoso". -dijo Anselmo
- Perdón, quiero decir Paco. -rectificó al ver la mirada de Paco-
Tú no tenías familia, ¿no es cierto?
- ¿Y tú qué sabes? -dijo Paco.
- Veo que sigues sin recordarme ...
- ¿De qué habláis? -preguntó Eulalia.
- Aquí tu hermano, que parece saberlo todo.
- Todo no, -dijo Anselmo-
sólo lo que he visto.
- Pero ha dicho ... -siguió Eulalia.
- Sí, sé lo que ha dicho -contestó Paco bruscamente.
- Eso os lo explico yo -dijo Sonia.
Roberto se había levantado del suelo, donde quedó aturdido después del accidentado disparo. Ningún rasguño, sólo un susto.
- Cuando Paco tenía 12 años -prosiguió Sonia- sus padres organizaron una fiesta en una cabaña que tenían en la montaña. Fueron ellos, los tíos y los primos de Paco. También Ana.Paco bajó la cabeza y tragó saliva, duro era el recuerdo, amargo el sentimiento.
- Ana y Paco fueron a jugar fuera de la casa, eran vecinos y se sentían muy unidos. Estuvieron saltando entre la maleza que hay en un campo cercano a la cabaña y estuvieron un buen rato. Entonces notaron que la tierra estaba temblando y, asustados, regresaron a la cabaña. Cuando llegaron allí, el temblor había desaparecido pero la cabaña estaba totalmente destrozada. Habían caído piedras de la montaña a causa del terremoto. Y había dejado la zona arrasada, como si hubiera pasado una demoledora.Sonia se paró un momento, sequedad en la garganta, una lágrima en sus ojos.
- Después de ser rescatados de allí, y siendo los únicos supervivientes, Paco fue acogido por la familia de Ana. Por eso que, para él, siempre será su hermana.Paco no decía nada, angustiado por el triste recuerdo. Roberto seguía apartado, atento a lo que se decía, entendiendo y compadeciendo al pobre Paco.
Anselmo notaba un nudo en la garganta, no podía tragar bien, dolor en el cuerpo, pesadez en el alma. Eulalia estaba llorando. Había sido una tarde muy tensa para ella, buscando venganza y encontrando vidas destrozadas por la vida misma y por Tomás.
El silencio se había hecho obligado en el porche, cada cual a sus pensamientos, el aire comenzando a soplar levemente, el día llegando al atardecer, la luz disipándose poco a poco.
- ¡Socorro!Un grito los sacó de su letargo haciendo que se pusieran de pie.
- ¡Socorro! -volvió a oírse
.
- ¿Juan? -dijo Sonia abriendo los ojos desmesuradamente.
- ¡Socorro!
- ¡¡Juan!! -gritó Sonia.