Últimos Pensamientos
Martes y trece
25 de Mayo de 2014
Coincidió en el mismo sitio que al venir: mismo coche, misma litera. Parecía que el destino le jugaba una mala pasada pues en el viaje de ida ya tuvo problemas.
Después de esperar a la intemperie media hora, el tren tuvo anunciada su llegada a la hora convenida. Un haz de luz a lo lejos indicó que se aproximaba a la estación. Un escalofrío le recorrió el cuerpo al verlo llegar.
Mientras pasaban los vagones miraba los números para no despistarse y tener que correr. No le gustaba correr detrás de un transporte para poder utilizarlo.
Su vagón se paró varios metros adelante. Cuando se acercó a la puerta, ésta se abría mediante un mecanismo automatizado por un botón verde que, presionándolo, hacía que los viajeros pudieran entrar o salir del vagón. Tuvo que abrir a mano la puerta pues pulsando el susodicho botón no surgió el efecto esperado.
A regañadientes cogió su maleta, entró en el fatídico vagón y se dirigió al departamento 4. Al final no era el mismo vagón aunque sí llevaba el mismo número y tenía el mismo aspecto tétrico.
Entró en el departamento y puso su maleta en la litera 46, cogió la escalera y la cambió de lado para poder meter la maleta arriba cuando se percató de que no había asidero encima de la puerta.
Maldiciendo su mala suerte volvió a colocar la escalera en su anterior ubicación, junto a la ventana, y, como mejor pudo, subió a la litera y desde allí colocó la maleta.
Cuando comenzó a bajar, el pie izquierdo se salió del pequeño escalón tensándole todo el cuerpo. Casi sin pensarlo se asió al pequeño hierro que servía para evitar posibles caídas nocturnas, provocándole un dolor intenso en la palma de la mano.
Rojo de ira terminó de bajar la escalera y decidió tomarse algo en la cafetería del tren.
Cuando se dirigía hacia la misma, pasó delante de la puerta que tuvo que abrir manualmente: estaba abierta de par en par. Pulsó el botón negro de cierre y logró lo mismo que con el botón verde: nada.
Apresurado, se fue en busca de la revisora o alguno de la compañía para que cerraran la puerta. Al pasar por la clase preferente vio un señor que estaba descansando con el traje de revisor y le informó de lo que pasaba con la puerta. Los dos se dirigieron hacia allí y el revisor intentó cerrarla manualmente, pero no se cerraba.
Había que mantener apretado el botón negro mientras se cerraba manualmente la puerta. Luego había que utilizar la llave especial de las puertas para cerrar por dentro la misma.
Él se ofreció a tirar de la puerta mientras el revisor pulsaba el botón. Cuando dio su primer tirón para que la puerta se moviese, el tren hizo un mínimo vaivén que le hizo perder el equilibrio y vio cómo se acercaba hacia el exterior sin poder hacer nada.
El revisor alargó el brazo para cogerlo pero fue inútil, acababa de salir por completo del vagón.
Cuando notó el primer contacto con la grava, toda su vida pasó en un momento por su mente.
Instantes después se encontraba estirado cerca de unos arbustos, todo el cuerpo ensangrentado, los ojos cerrados, la mente apagada.
Minutos después sonó el reloj que llevaba con un sonido intermitente y apagado: marcaba las doce de la medianoche del Miércoles 14.