15 de Agosto de 2014
- CAPÍTULO OCTAVO -
Era bastante aburrida la tarde mientras, con una copa de whisky en la mano, esperábamos al último partícipe a la partida de póker. Las miradas y comentarios giraban en torno a Sergio, el cual estaba más que tenso por acomodarse delante del mano. Cuando llegó el último aquejando el retardo a causa del trabajo, se dispuso comúnmente a empezar. Una vez hechas las debidas y respetuosas presentaciones se dispuso a repartir la baraja con apuestas bajas, pues no había presupuesto suficiente para ganar la máxima apuesta.
- Venga, muchachos. La Reina manda al Rey y el As los enlaza.
- Abogado, ¿también sabes jugar al póker?
- Seguro. Mira cómo mezcla las cartas.
- Estuve trabajando en un casino y no me fue nada mal. -dije- Ahora sigamos a la tercera carta, vuelta y subiendo...
Al término de la primera vuelta, Carlos hizo un guiño a David el cual, con buena mano en posesión suya, cerró el juego.
- Juego cerrado.
- Las cartas sobre la mesa -dije.
Las apuestas estaban quemando y subiendo. Los ojos perdieron su brillo habitual al descubrir cuatro manos iguales. La apuesta se quedó en la mesa. Agudas y afiladas palabras se dirigieron unos a otros. Me puse en pie:
- ¡Por favor! -exclamé- terminó la partida. Hemos de continuar el tratado que nos llevaba de antes.
Poco a poco los recelos se fueron esfumando y, apartando las hojas marcadas por los palos extranjeros, comenzamos a repartir contratos y panfletos, en los que pocas empresas se fiarían. Después de haber ojeado parte del tratado ofrecido a la empresa de Sergio, dimos un rápido vistazo a los pormenores, cuantiosos en general, de los riesgos de volver a edificar en zona ruinosa.
- Te lo repito, Sergio, no poseemos suficiente capital como para llevar a cabo tal empresa. El edificio ya ha estado en alerta varias veces, recuérdalo.
- Carlos tiene razón. -dije- Pero tampoco es tan descabellado. Buscamos un inversor de quiebras y solucionado. Si se vuelve a caer el edificio nos tendrá que pagar. Tú, David, encárgate de encontrar a alguien y convéncelo. Sobre todo que no sepa que trabajas para nosotros.
- Muy bien. La próxima ronda de birras con mi porcentaje extra.
- Está bien. -continué- Tenemos aquí un contrato que nos ligará durante medio año. El que lo firme que lo lea antes.
Terminamos de firmar y salimos del edificio. El gerente me dirigió un papel en el que se hallaba escrita una dirección. Le interrogué con la mirada y él, simplemente, afirmó con la cabeza.
- Venga, muchachos. La Reina manda al Rey y el As los enlaza.
- Abogado, ¿también sabes jugar al póker?
- Seguro. Mira cómo mezcla las cartas.
- Estuve trabajando en un casino y no me fue nada mal. -dije- Ahora sigamos a la tercera carta, vuelta y subiendo...
Al término de la primera vuelta, Carlos hizo un guiño a David el cual, con buena mano en posesión suya, cerró el juego.
- Juego cerrado.
- Las cartas sobre la mesa -dije.
Las apuestas estaban quemando y subiendo. Los ojos perdieron su brillo habitual al descubrir cuatro manos iguales. La apuesta se quedó en la mesa. Agudas y afiladas palabras se dirigieron unos a otros. Me puse en pie:
- ¡Por favor! -exclamé- terminó la partida. Hemos de continuar el tratado que nos llevaba de antes.
Poco a poco los recelos se fueron esfumando y, apartando las hojas marcadas por los palos extranjeros, comenzamos a repartir contratos y panfletos, en los que pocas empresas se fiarían. Después de haber ojeado parte del tratado ofrecido a la empresa de Sergio, dimos un rápido vistazo a los pormenores, cuantiosos en general, de los riesgos de volver a edificar en zona ruinosa.
- Te lo repito, Sergio, no poseemos suficiente capital como para llevar a cabo tal empresa. El edificio ya ha estado en alerta varias veces, recuérdalo.
- Carlos tiene razón. -dije- Pero tampoco es tan descabellado. Buscamos un inversor de quiebras y solucionado. Si se vuelve a caer el edificio nos tendrá que pagar. Tú, David, encárgate de encontrar a alguien y convéncelo. Sobre todo que no sepa que trabajas para nosotros.
- Muy bien. La próxima ronda de birras con mi porcentaje extra.
- Está bien. -continué- Tenemos aquí un contrato que nos ligará durante medio año. El que lo firme que lo lea antes.
Terminamos de firmar y salimos del edificio. El gerente me dirigió un papel en el que se hallaba escrita una dirección. Le interrogué con la mirada y él, simplemente, afirmó con la cabeza.
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