La hora de la comida
25 de Septiembre de 2016
Bajo los cuatro ventiladores y separados por dos arcos, más decorativos que útiles, la gente se disponía a dar buena cuenta de los sabrosos platos que se servían allí. Sentado en la esquina opuesta a la entrada del local observaba las idas y venidas de hambrientos clientes, renovándose a medida que saciaban su apetito.
Vino una joven y le preguntó qué iba a tomar, informándole de los platos del menú. Hizo su pedido y volvió a observar el comedor.
La mayoría de las personas era gente de mediana edad, vecinos de la zona y algún que otro trabajador. Ya se lo habían dicho, en este sitio se come muy bien.
Pues aprovecharía el día, por si no se presentaba la ocasión de repetir...
Habiendo terminado de comer, casi con gula pues había disfrutado mucho, pidió un café, más para acompañar el cigarrillo que la digestión, y observó los edificios a través de las ventanas. Éstos eran no más altos que un quinto piso, con sencillas fachadas decoradas con alegres ropas que se secaban con la suave brisa que hacía aletear las blancas cortinas de un balcón cualquiera.
Llegaba la hora de marcharse; así pues, pidió la cuenta, la pagó con gusto y se dirigió al centro de la ciudad, para explorar sus atestadas calles.
Vino una joven y le preguntó qué iba a tomar, informándole de los platos del menú. Hizo su pedido y volvió a observar el comedor.
La mayoría de las personas era gente de mediana edad, vecinos de la zona y algún que otro trabajador. Ya se lo habían dicho, en este sitio se come muy bien.
Pues aprovecharía el día, por si no se presentaba la ocasión de repetir...
Habiendo terminado de comer, casi con gula pues había disfrutado mucho, pidió un café, más para acompañar el cigarrillo que la digestión, y observó los edificios a través de las ventanas. Éstos eran no más altos que un quinto piso, con sencillas fachadas decoradas con alegres ropas que se secaban con la suave brisa que hacía aletear las blancas cortinas de un balcón cualquiera.
Llegaba la hora de marcharse; así pues, pidió la cuenta, la pagó con gusto y se dirigió al centro de la ciudad, para explorar sus atestadas calles.
Escrito el 26 de Septiembre de 2006
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