La verdadera historia de Caperucita
25 de Diciembre de 2016
Érase una vez una adolescente que gustaba de salir por las noches. Su novio, un macarra salido del barrio chino, la invitaba a cubatas para emborracharla y así alquilarla a borrachos para que se la beneficiasen.
Cierto día, y harta de tanta tontería, la madre de esta adolescente le dijo a su hija que, como castigo por tanta fiesta y tanto desmadre, iría a casa de su abuela a llevarle unas medicinas y algo de ropa.
Ella tuvo que acceder, a regañadientes, porque le suspendieron la paga hasta que no se rehabilitara. Con la mochila llena y la rabia de no tener cómo zafarse del asunto, partió a casa de su abuelita.
Como no quería quedarse castigada hasta la mayoría de edad y para que no la reconocieran en el barrio, se vistió con unos trapos rojos que ella misma había diseñado y confeccionado, tapándole sólo una tercera parte del cuerpo, y se dispuso a marchar.
Dos calles más abajo de donde vivía se encontró con un hombre, borracho perdido, que le ofreció 10€ por una mamadita. Ella pensó que, por unos minutos, tampoco iba pasar nada así que lo llevó al callejón de enfrente, se metieron en el acceso a un parking y le hizo una mamadita de dos minutos al pobre borracho, con los 10€ en la mano. Al terminar y cobrar el trabajo, volvió al camino a casa de su abuelita.
Al llegar al metro un chico de veintipocos le ofreció 20€ por una mamadita rápida. El chico estaba de buen ver y ella no se pudo negar, total, el metro pasa cada tres minutos ... así se metieron en el jardín que estaba al lado del metro, en un rincón donde los hierbajos eran de metro de altura, y se pusieron en faena. Pasados diez minutos, porque el chico tenía bastante aguante, terminó, cobró y continuó su camino a casa de su abuelita.
Cuando el metro le llevó hasta la parada donde se debía bajar se fijó que un hombre cuarentón le venía observando desde hacía un buen rato. Se bajó y se dirigió hacia la salida, no sin darse cuenta que el hombre aquel la estaba siguiendo. Al salir de la estación tenía que coger un sendero nada transitado en medio de un bosque oscuro. A la entrada de ese sendero el hombre la atajó y le ofreció 50€ por un polvo rápido. Ella miró el reloj y pensó que le daba tiempo, total, tampoco sería más de un cuarto de hora, y aceptó la proposición. Se adentraron por el sendero y se metieron entre unos arbustos que, interiormente, creaban una explanada ancha y sin hierbas. Se pusieron a la faena y, veinte minutos después, con los calores y sudores del trabajo encima, cogió los 50€ y continuó su camino a casa de su abuelita.
Mientras recorría el sendero se acordó que hacía tiempo que un violador, que llamaban "El Lobo", rondaba la zona así que asió con más fuerza la mochila, se metió dentro del tanga el dinero y marchó a paso ligero como si fuera un militar. Cuando salió del sendero vio enfrente suyo el terreno de la abuelita y, después de haber cruzado la puertecita metálica se dirigió a la casa, observando qué grandes árboles tenía la abuelita en su terreno. Cuando llegó a la casa abrió la puerta y, procurando no hacer ruido para darle una sorpresa, subió las escaleras hasta la habitación de la abuelita. Cuando llegó abrió la puerta de golpe y se encontró a la abuelita en la cama con "El Lobo", el violador del sendero, dale que te pego. Eso sí que fue una sorpresa. La abuelita, dando un respingo, se apresuró a darle 100€ para que no dijera nada y se marchara.
De camino a casa pensaba: "Mi paga es de 20€ semanales. Hoy he conseguido 180€... creo que vendré más a menudo a visitar a mi abuelita".
Escrito el 18 de Septiembre de 2007