Capítulo 5
15 de Agosto de 2012
Paco estaba realmente extrañado. No por el hecho de que Roberto estuviera en el Salmerín, que sería el último sitio donde podría encontrarse, sino porque Sonia no lo sabía.
- ¿Qué hacéis aquí? -preguntó Roberto.
- Eso mismo iba a preguntarte yo -dijo Paco.
- Yo he venido a ver a Juan.
- ¿Juan? ¿Está Juan aquí? -preguntó Sonia, con trémula voz.
- No -respondió Roberto- creí que venía en el coche en que habéis llegado.
- Pues ya ves que no -dijo Paco con muestras de enfado.
- ¿Y porqué tenía que venir Juan? -inquirió Sonia.
- Me llamó muy nervioso y me dijo que teníamos que hablar urgentemente ... y me citó aquí.
Roberto comenzó a palidecer y a sudar, el labio inferior le temblaba. Paco supuso que sería por el hecho de recordar lo que pasó. A él también le pasaba lo mismo cuando venían a su mente aquellas imágenes. Por eso tuvo que tomar las pastillas. Y, por suerte, pudo dejarlas y hacer una vida más normal, con algunas pesadilas de vez en cuando. Se preguntaba porqué Juan habría llamado a Roberto para citarse en el Salmerín y le intrigaba que Sonia le llamase y le llevase hasta ese mismo sitio.
- ¡Paco! -gritó Sonia- ¡Paco! ¿Te encuentras bien?
- Sí, sí ... perdona, estaba pensando ...
- ¿Y qué puede ser más importante que pensar en porqué estamos aquí? -rugió Roberto.
- Tranquilo, eh, que no soy yo quien ha aparecido en el último sitio donde se le podría encontrar -dijo Paco con un aspaviento.
- ¿Qué quieres decir, capullo? Mira que te parto la cara ...
- ¡Tranquilos, chicos! -dijo Sonia.
- ¿Capullo yo? ¿Quieres que te recuerde a quién le debes tu vida?
- ¡Chicos, he dicho que tranquilos!
- Mi vida no se la debo a nadie ... ¡y menos a ti! -dijo Roberto acercándose a Paco.
- ¡¡Que paréis ya, cojones!! -gritó Sonia, poniéndose entre los dos.
Durante unos segundos que parecieron unas horas, se formó un extraño e incómodo silencio entre los tres. Cuando pareció que Roberto iba a decir algo, se oyó un sonido sordo, como de un fardo que se deja caer desde lo alto, que procedía de la casa.
Los tres se miraron, el miedo asomó en sus ojos y se mantuvieron quietos. Paco, en un esfuerzo mental por combatir sus recuerdos, dijo:
- Creo que deberíamos ver de dónde vino ese ruido.
- Pues adelante, adelante ... luego vuelves y nos lo cuentas -contestó Roberto.
- No, vamos a ir los tres.
- ¿Los tres? -en la voz de Sonia se escuchaba el temor- No creo que sea buena idea.
- Eso, hay que esperar a que venga Juan -secundó Roberto.
- Pues yo voy a ver qué ha provocado ese ruido. -dijo Paco mientras les daba la espalda y se dirigía hacia la casa- Vosotros haced lo que queráis.
Sonia y Roberto se miraron, miraron hacia la carretera y, viendo que no había más que verde y camino, siguieron a Paco hasta la casa.
Cuando llegaron a la casa, por la puerta principal, subieron los cuatro escalones y se acercaron a la puerta. Sonia tocó el brazo de Roberto y, señalando hacia la derecha, dijo:
- Mirad, chicos.
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