Capítulo 8
15 de Noviembre de 2012
Paco soltó lentamente a Sonia, quien había dejado de hacer fuerza en el cuello de Anselmo. Se giraron poco a poco mientras sus mentes intentaban comprender lo que pasaba.
Allí enfrente, de pie, se encontraba Eulalia, con la cara oculta de nuevo por la melena, apretando los puños, intentando mantenerse de pie.
-
¡Eulalia, no! -dijo Anselmo casi en un susurro.
-
Espera, -dijo Paco-
quizá ella nos explique mejor qué hacéis aquí.
-
¡Ella no sabe nada! -dijo Anselmo.
-
Mejor que hable por sí sola -agregó Sonia.
Paco y Sonia miraron hacia Eulalia viendo una frágil figura que parecía estar en el sitio equivocado con la gente equivocada.
-
Dime, Eulalia -dijo Paco-
¿qué hacéis aquí?
-
Vengar la muerte de Tomás.
Otra vez se hizo el silencio al oír ese nombre. Paco no quería recordar, Sonia no quería recordarlo. Al cabo de un rato dijo Sonia:
-
Está muerto.
-
Sí, eso ya lo sé -sentenció Eulalia.
-
¿Y qué hizo de bueno para vengarle?
-
¡Era mi marido!
-
Y un cabrón ... -dijo Paco.
-
Pero eso no os da ningún derecho ...
-
¿Y él sí?
-
Todo el mundo conocía a Tomás, -dijo Anselmo-
quien más y quien menos le aguantábamos.
Paco contuvo la ira que le producía el ver que no sabían lo que Tomás les hizo. Procuró no demostrarlo cuando dijo:
-
Hay cosas que no se pueden aguantar.
Eulalia y Anselmo se miraron con cierta sorpresa en la cara.
-
¿A qué te refieres, "pegajoso"?
-
¡Vuelve a llamarme así y seré yo quien te clave las uñas en el cuello!
-
¡Tranquilo, tranquilo, que no quiero acabar como Tomás! -dijo con una mueca de burla.
-
Pues vas por buen camino.
-
Tranquilizaos los dos -dijo Eulalia-
Y ahora, explícate, Paco.
Eulalia se sentó en el banco que había en el porche y miró hacia Paco. Paco intentó relajar el cuerpo y metió las manos en los bolsillos.
-
¿Qué haríais vosotros si violaran y mataran a vuestra hermana delante de vuestros ojos?
Eulalia y Anselmo fueron cogidos por sorpresa, abriendo los ojos desmesuradamente y temiendo lo peor.
-
¿Qué haríais vosotros si estuvierais sentados, atados de pies y manos, presenciando cómo violan, ultrajan, maltratan y matan a tu hermana?
Eulalia y Anselmo no sabían qué decir. Sonia notó cómo un inmenso dolor se le clavaba en el corazón recordando a su mejor amiga.
-
¡Pues eso es lo que hizo vuestro adorado Tomás!
Y acto seguido se inclinó hacia el suelo sin poder contener las ganas de vomitar.