Presentación
El viejo español ha llegado a Cuba, con la esperanza de encontrar ese alivio momentáneo que muchos van a buscar. Le han hablado de lindas morenas que, por cosas de poco valor, son capaces de hacerle disfrutar a uno. Él va convencido que encontrará lo que busca y que su vida será mejor, porque la soledad lo está matando más que el cáncer.
La niña cubana es aún muy joven. Es linda, avispada y sale todos los días a buscar turistas para conseguir algo de valor con que intercambiar por alimentos. Es la mayor de seis hermanos y no recuerda un día en que haya comido medianamente bien.
Como todos los días, el barco español llega a Cuba y sus pasajeros desembarcan para disfrutar de su estancia en esa isla que llaman exótica, llena de jóvenes salerosos y bellas muchachas. Se ven muchas niñas recorriendo los puestos y los restaurantes, saludando y sonriendo a los turistas.
La niña cubana camina mirando hacia el barco, soñando poder tener esa vida de viajes y ensueño de la gente que tiene dinero mientras el viejo español mira unas postales de los lugares más bellos de la isla.
En un momento se produce el encuentro y la niña cubana tropieza con el viejo español. La niña cubana se disculpa por no mirar a donde debía mientras que el viejo español se disculpa por estar en medio del estrecho paso entre las casas de recuerdos.
Se miran a los ojos y el tiempo se detiene a su alrededor. Ella ve en los ojos del viejo español una soledad que muchos tienen y pocos reconocen. Él ve en los ojos de la niña cubana una miseria que ella quiere ocultar bajo su sonrisa.
Cuando los dos vuelven en sí, casi de mutuo acuerdo, se cogen de la mano y caminan hacia la pensión del viejo español, sin que nadie le reproche al hombre su acción futura y teniendo las envidiosas miradas del resto de las niñas por haber tenido suerte a la primera.
La niña cubana es aún muy joven. Es linda, avispada y sale todos los días a buscar turistas para conseguir algo de valor con que intercambiar por alimentos. Es la mayor de seis hermanos y no recuerda un día en que haya comido medianamente bien.
Como todos los días, el barco español llega a Cuba y sus pasajeros desembarcan para disfrutar de su estancia en esa isla que llaman exótica, llena de jóvenes salerosos y bellas muchachas. Se ven muchas niñas recorriendo los puestos y los restaurantes, saludando y sonriendo a los turistas.
La niña cubana camina mirando hacia el barco, soñando poder tener esa vida de viajes y ensueño de la gente que tiene dinero mientras el viejo español mira unas postales de los lugares más bellos de la isla.
En un momento se produce el encuentro y la niña cubana tropieza con el viejo español. La niña cubana se disculpa por no mirar a donde debía mientras que el viejo español se disculpa por estar en medio del estrecho paso entre las casas de recuerdos.
Se miran a los ojos y el tiempo se detiene a su alrededor. Ella ve en los ojos del viejo español una soledad que muchos tienen y pocos reconocen. Él ve en los ojos de la niña cubana una miseria que ella quiere ocultar bajo su sonrisa.
Cuando los dos vuelven en sí, casi de mutuo acuerdo, se cogen de la mano y caminan hacia la pensión del viejo español, sin que nadie le reproche al hombre su acción futura y teniendo las envidiosas miradas del resto de las niñas por haber tenido suerte a la primera.
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