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jueves, 20 de diciembre de 2012

El Viejo Español y la Niña Cubana nº 3

Conversación


- ¿Es la primera vez que lo haces? -preguntó el viejo español.
- No
-respondió la niña cubana.
- Pues yo sí.
- Vaya, qué raro que digas eso. Todos los que vienen como tú nunca lo dicen.
- Siempre ha de ser alguien el primero.
- Pero no es normal decirlo.
- ¿Y qué es lo normal?
- No sé, lo de siempre, ya tú sabes.
- No, no lo sé.
- ¿De verdad que no lo has hecho antes?
- No.
- Pues vaya suerte he tenido
-dijo la niña cubana con una mueca.
- ¿Y por qué no me dices lo que se supone que debo hacer?
- Es fácil, verás: tú me dices qué quieres que haga y yo lo hago; luego me das cosas bonitas y me voy.
- Pues sí, parece fácil.
- Pues ya tú dirás, que no puedo estar todo el día aquí.
- Mira, me gustaría verte bailar. Me han dicho que lo hacéis muy bien y nunca lo he visto antes.
- Bien, será el mejor baile que hayas visto nunca.

Dicho esto, la niña cubana comenzó a tararear una melodía suave y lenta, marcando el ritmo con una serie de pasos pausados. Su cuerpo empezó a moverse a ese ritmo de una forma zigzagueante, subiendo los brazos de la misma forma, creando una ilusión de olas de mar.

La melodía se tornó canción, de letra repetida pero muy sensual. El viejo español pudo contemplar cómo un cuerpo podía doblarse y estremecerse sin moverse del sitio, los pies aferrados al suelo para mantener el equilibrio.

La niña cubana ya no estaba en la habitación, se había sumergido de lleno en la danza que le estaba ofreciendo al viejo español. Su cuerpo se movía y se doblaba, serpenteaba y giraba, y su alma era sensualidad hecha baile.

El viejo español participaba cada vez más de esa danza, la notaba, la sentía.

Y llegó el final.

Al contrario que al inicio, éste último terminó casi como en un golpe, una vez dado el último paso como si se hubiera quedado pegado al suelo. Y con él terminó también esa sensualidad hecha baile.

- ¿Te gustó? -preguntó la niña cubana.
- Me ha encantado -respondió emocionado el viejo español, saliéndole una emotiva lágrima del ojo izquierdo.

La niña cubana se acercó al viejo español y acercó su pequeña mano derecha a la cara de él. Con un dedo, le quitó la lágrima del ya arrugado rostro y con el resto acarició su mejilla.

- Y ahora, ¿qué quieres que haga?

Y el viejo español puso su mano derecha encima de la mano derecha de la niña cubana, con firmeza y suavidad ...

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