Juan Carlos era uno de esos muchachos que no mostraba sus sentimientos. Sólo se adivinaban sus intenciones fijándose en sus gestos, y no siempre.
Para los amigos era Juáncar, para el resto... también. Le gustaba ese nombre... ¿no existen Juanjo, Maite, Chema o Maribel? Pues él también tenía derecho a sacar un sinónimo de su nombre.
Como íbamos diciendo, Juáncar era un chico al que no se le conocían amigas especiales, pasatiempos favoritos ni especialidades de nada. Igual quedaba para tomar un café que para ir a una discoteca. Lo mismo iba al cine que a pasear por la playa.
Además, tenía una facilidad increíble para que sus amigos le contaran las cosas.
Una de las chicas de su grupo, de la que estaba enamorado en secreto, era su víctima preferida. Así fue conociéndola cada día mejor.
De ella sabía prácticamente todo, sus gustos, aficiones, lo que odiaba, sus temores, su vida sentimental... todo.
Juáncar siempre estaba allí, apoyándola cuando salía con un chico, ayudándola cuando tenía dudas o consolándola cuando dejaba al chico. Ella decía que Juáncar era el hermano que nunca tuvo.
Y en parte tenía razón, pues se portaba con ella como un hermano.
Él, por su parte, la amaba en secreto.
Cuando se acercaba el cumpleaños de ella, aprovechaba para quedar y llevarla de tiendas, a ver escaparates y observarla mientras los ojos de ella resplandecían cuando veía algo que le agradaba.
Así, sólo tenía que escoger uno de los objetos seleccionados y se lo regalaba con la excusa de: "
Pensé que te gustaría tenerlo".
Ella le agradecía esos detalles, como aquel collar tan caro que le regaló en su último cumpleaños; o aquel juego completo de maquillaje y manicura que le regaló por Navidad.
Sobre todo le encantaba cuando la sorprendía con un jersey para el invierno, una camiseta de su grupo favorito recién salida al mercado o una simple rosa.
Juáncar seguía sus pasos, muy de cerca; conocía sus más recónditos secretos, sus más tiernas pasiones, sus deseos soñados.
Ella, por su parte, conoció un chaval del que locamente se enamoró. Empezó a dejar de salir con Juáncar para dedicarle más tiempo a su último novio. Juáncar empezó a darse cuenta que, por primera vez, se estaba quedando solo; ella, su amor secreto, la persona que más admiraba, se iba alejando de él, poco a poco, casi sin darse cuenta.
Un día, Juáncar recibió una llamada de ella.
Estaba llorando.
Él acudió lo más rápido que pudo y la encontró en su casa, a oscuras, las mejillas bañadas en lágrimas.
- ¿Qué te pasa, chiquilla?
- Oh, Juáncar, gracias por venir. Necesitaba hablar con alguien.
Y le abrazó fuertemente.
- Pero, dime, ¿qué te pasa? ¿Por qué lloras?
- Es por Luis.
- ¿Qué te ha hecho?
- Nada, sólo que...
- ¿Sólo qué? No me lo digas, te has hecho ilusiones y...
- No, no es eso... es que Luis... verás, Luis se tiene que marcha ... y quiere que me vaya con él.
- ¿Es eso una excusa para dejarte? Porque mira que voy a hablar con él ahora mismo...
- No, Juáncar... se va porque ha encontrado el trabajo que buscaba y tiene que irse.
- Pues ya me dirás qué vais a hacer ahora...
- Por eso lloro, Juáncar... me ha pedido que me vaya con él.
De repente, Juáncar necesitaba sentarse. Notó cómo todo su cuerpo dejaba de responder las órdenes de su cerebro.
Desconcertado por lo que acababa de oír, se sentó, sin apartar la vista de ella.
No sabía qué decir.
Ante cualquier otra noticioa habría podido reaccionar; ante ésta, no.
Le era imposible creer lo que le acababa de decir. No podía ser, su mundo no era nada sin ella a su lado.
- Juáncar, ¿te encuentras bien? ¡Estás pálido!
- No, no, tranquila... se me pasa... ya se me pasa.
- ¿Seguro? ¿Quieres que te traiga algo?
- No, gracias, ya estoy mejor.
Su cerebro comenzó a reaccionar lentamente en busca de la mejor salida a aquella noticia.
- Y tú, ¿qué le has dicho?
- Sólo le pedí tiempo para pensarlo. Compréndelo, no puedo dejar atrás todo así sin más, eres mi mejor amigo... bueno, el único en quien confío... y quiero saber que no te importa que me vaya con él.
Juáncar se sentía realmente mal, estaba perdiendo a su único amor, a quien había admirado y amado tantos años en secreto.
La iba a perder por no haberle confesado antes su amor; se debatía en lo que debía decir, en lo que debía hacer... quería que se quedara con él para siempre ...
Sólo acertó a decirle:
- Si tú eres feliz estando con él, yo también soy feliz.
Ella le abrazó, le dio un beso y le agradeció sinceramente que hubiera estado con ella todos estos años.
Mientras, él sentía en su interior un dolor inmenso y notó cómo su pobre y amante corazón se desgranaba en mil trocitos.