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lunes, 15 de julio de 2013

El Secreto nº 16


Capítulo 16
15 de Julio de 2013


Las llamas del fuego iluminaban los rostros y las figuras de los presentes en la habitación, teñida de oscuridad, adornada con sangre.

Paco yacía inconsciente en el suelo; a su lado, un malherido Juan; Anselmo en el dintel de la puerta mostraba asombro y dudas; Eulalia, detrás suyo, con los ojos abiertos, aferrándose al brazo de su hermano, escondiéndose con temor; Sonia seguía en el suelo, levemente alzada contra el cuerpo de Roberto, quien seguía meciéndose, esta vez en silencio; delante de ellos la figura de un hombre resaltada por la lumbre, garrote en mano, cara desfigurada, ojos tintados en rabia.

- ¡No puede ser! -repitió Eulalia.
- ¿Lo conoces? -preguntó Anselmo.
- Creo que desvaría, -dijo el desconocido- está loca, como todos vosotros.
- ¿Quién eres tú? -preguntó Anselmo.
- Vuestra salvación ...

Ojos de sorpresa se mostraron en los rostros de Eulalia y Anselmo. Incluso Roberto dejó de moverse y miró al desconocido, intentando comprender lo que estaba pasando.

- ... o vuestro castigo.
- ¡Inténtalo siquiera, loco ...!
- ¿Qué harás, Anselmo?
- ¡No querrás comprobarlo!
- ¡Vaya, vaya! El santo de Anselmo quiere ganarse un puesto en este grupo de asesinos.

Y soltó una carcajada que acongojó a Eulalia.

- ¡Serás hijo de ...!
- Inténtalo -dijo el desconocido sacando un arma y apuntando a Anselmo- y sabrás lo que es sufrir en vida.

Anselmo apretó los dientes y los puños, tensando todo el cuerpo. Miró con rabia al desconocido y desistió de su intento de una heroicidad.

Sonia despertó de su letargo, lentamente por la fuerza de las emociones que sufrió al ver a su hermano Juan. Al acordarse de él miró hacia el fuego, buscando tras de las llamas el cuerpo de Juan, pero sólo vio una silla.

- ¿Qué pasa? -preguntó Sonia.
- Vaya, la dama de hierro se acaba de despertar -dijo el desconocido- ¡Celebremos ya la fiesta!
- ¿Quién eres tú?
- ¡Es un cabrón! -dijo Anselmo.
- ¡Marchaos! -gritó Juan.
- ¡Juan! -dijo Sonia casi recordando dónde estaba- ¡Eres tú!
- ¡Marchaos, está loco! -volvió a gritar Juan.
- Tú sí que estás loco -dijo el desconocido golpeándole con el palo.
- ¡Bastardo! -gritó Sonia.
- ¡Tse, tse, tse! -el desconocido dirigió el palo hacia Sonia- No te conviene exaltarte.
- ¡Eres un cabrón!

Los ojos de Sonia rabiaban de impotencia.

- Por favor, no lo hagas -dijo Eulalia con voz trémula.
- ¿Que no haga qué? -preguntó el desconocido.
- No sigas con esto.

Una lágrima saltó del rostro de Eulalia cuando dijo:

- Tomás, amado esposo.


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