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lunes, 20 de enero de 2014

El Espejo

El Espejo

20 de Enero de 2014

Todos van sin pensar en cuál puede ser su destino inmediato. Caminan con paso ligero sin saber que les puede costar la vida o, quizá, algo más. Porque nunca se sabe lo que puede ocurrir, lo que el destino nos depara. Pero ellos continúan su camino sin más preocupaciones que la de llegar a casa y no hacer nada. Bastante han hecho por hoy.

Yo continúo observando las idas y venidas de personas que, ocasionalmente, se paran delante de la tienda, como si nunca hubieran visto nada igual. Se miran entre ellos, asienten con la cabeza en un gesto perdido y siguen a donde la vida no está segura.

Llevo haciendo esto desde que vi la luz del día por primera vez, no me he ido nunca de aquí y, sin embargo, conozco mejor el carácter humano que muchos de los sociólogos que estudian a la humanidad. Yo no he estudiado, sólo observo y compruebo cuán frágil es esta existencia, cuán vano es el intento inútil de hacer algo productivo.

Yo sigo aquí, esperando que llegue mi hora, pronto llegará. Lo sé. Es algo que ellos no sabrán nunca, que llega. Simplemente les llegará y será demasiado tarde para ellos. E intentarán en vano volver hacia atrás en el tiempo para borrar esas cosas horrorosas que han llegado a hacer. Sólo podrán lamentarse y dejarse llevar guiados por los espíritus que habitan este mundo.

Y cuando llegue la hora estaré tranquilo porque mi vida ha cumplido su cometido, ha dado esperanzas a aquéllos que nunca la tuvieron, ha dado alegrías a los decepcionados de la vida. Sólo eso. Nada más. Nunca he podido disfrutar de recibir esas sensaciones pues, como espejo que soy, no me puedo reflejar en mí mismo. Sólo a los demás.

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