Paula y Daniel
10 de Junio de 2014
La playa de la Barceloneta está desierta y sus arenas limpias. Un suave rumor de olas indica que se ha levantado una pequeña brisa que hace agradable cualquier paseo a su vera.
Daniel y Paula van cogidos de la mano, en silencio, disfrutando del ir y venir de las olas y del revolotear de los pajarillos.
- Paula -Daniel rompe el silencio- ¿verdad que se está bien aquí?
- Sí -responde ella.
- Había pensado que podríamos ir a vivir a la costa, cerca del mar, para poder disfrutar de la naturaleza todos los días
- Pero ya sabes que no podemos, apenas llegamos a fin de mes.
- Sí, es cierto.
Daniel baja y ladea la mirada, hacia el agua, buscando una alegría en su oscuro futuro.
Siguen paseando y se cruzan con una familia, los niños saltando de un lado a otro, el padre discutiendo con la madre, el perro ladrando detrás de los niños.
- ¿No sería bonito tener un niño? -dice Paula, con cierto brillo en su mirada.
Daniel no responde. Mira hacia los padres y desea no tener nunca un motivo para discutir.
- ¿Dani? ¿Te pasa algo?
- No, nada.
- Es que te has quedado como mudo.
- Cosas mías, cariño.
- ¿Qué pasa, que ya no me quieres?
- ¡Pues claro que te quiero! No hay día que no dé gracias por haberte conocido.
- Siempre sabes decir algo que me guste.
- Lo digo porque así lo siento.
- Sabes que yo también te quiero, ¿verdad?
Daniel mira hacia arriba, esboza una pequeña sonrisa y, volviendo la mirada hacia Paula, la abraza y le susurra al oído:
- Ése es el mayor regalo que he tenido nunca.
Paula se ruboriza mientras mira a Daniel a los ojos. Encuentra en su mirada una mezcla de amor y ternura que ansía para ella sola. Daniel ve un brillo especial en los ojos de Paula y sabe que el sentimiento es mutuo.
Poco a poco, lentamente, junta sus labios con los de su amada, rozándolos primero, sintiéndolos después, uniéndose a ella en un solo ser, lleno de amor y pasión.
Poco después, una pequeña habitación del hotel que ladea la playa acoge un acto de entrega entre dos enamorados, al son de las olas del mar, y un cartel en la puerta que reza: "Do not disturb".
Daniel y Paula van cogidos de la mano, en silencio, disfrutando del ir y venir de las olas y del revolotear de los pajarillos.
- Paula -Daniel rompe el silencio- ¿verdad que se está bien aquí?
- Sí -responde ella.
- Había pensado que podríamos ir a vivir a la costa, cerca del mar, para poder disfrutar de la naturaleza todos los días
- Pero ya sabes que no podemos, apenas llegamos a fin de mes.
- Sí, es cierto.
Daniel baja y ladea la mirada, hacia el agua, buscando una alegría en su oscuro futuro.
Siguen paseando y se cruzan con una familia, los niños saltando de un lado a otro, el padre discutiendo con la madre, el perro ladrando detrás de los niños.
- ¿No sería bonito tener un niño? -dice Paula, con cierto brillo en su mirada.
Daniel no responde. Mira hacia los padres y desea no tener nunca un motivo para discutir.
- ¿Dani? ¿Te pasa algo?
- No, nada.
- Es que te has quedado como mudo.
- Cosas mías, cariño.
- ¿Qué pasa, que ya no me quieres?
- ¡Pues claro que te quiero! No hay día que no dé gracias por haberte conocido.
- Siempre sabes decir algo que me guste.
- Lo digo porque así lo siento.
- Sabes que yo también te quiero, ¿verdad?
Daniel mira hacia arriba, esboza una pequeña sonrisa y, volviendo la mirada hacia Paula, la abraza y le susurra al oído:
- Ése es el mayor regalo que he tenido nunca.
Paula se ruboriza mientras mira a Daniel a los ojos. Encuentra en su mirada una mezcla de amor y ternura que ansía para ella sola. Daniel ve un brillo especial en los ojos de Paula y sabe que el sentimiento es mutuo.
Poco a poco, lentamente, junta sus labios con los de su amada, rozándolos primero, sintiéndolos después, uniéndose a ella en un solo ser, lleno de amor y pasión.
Poco después, una pequeña habitación del hotel que ladea la playa acoge un acto de entrega entre dos enamorados, al son de las olas del mar, y un cartel en la puerta que reza: "Do not disturb".
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