15 de Noviembre de 2014
- CAPÍTULO UNDÉCIMO -
Había tocado el angelical anuncio que salía de la campana para tomarse media hora de descanso. Suspi se dirigió a los niños y les dijo:
- Bien niños, de pie.
Todos se levantaron al unísono. Después de rezar, los niños se reunieron en torno a la profesora. José, que era el más espabilado, le dijo:
- Señorita, en prueba de nuestro amor te damos esto. Es un regalo. Y lo has de abrir.
- Bueno, gracias. –dijo Suspi- Pero no debería…
- Sí, sí, que lo abra, que lo abra… -corearon los niños.
- Pero con una condición. Mañana todos puntuales a primera hora.
- ¡Sí! –gritaron todos.
Abrió con cuidado el paquete que le habían entregado y descubrió un libro de páginas limpias de letras para escribir. Estaban las seis primeras escritas con los nombres de todos sus alumnos y dedicatorias varias. Hasta le habían hecho un dibujo. Les dio las gracias a todos y se fueron al patio. Suspi tomó el pasillo en dirección a la sala de profesores. De repente, se encontró con el anterior profesor de religión.
- Hola, señor Álex.
- Hola, Suspi. Por favor, no me trates así, no soy tan viejo
- Sólo quería ser cortés…
- Bueno, disculpas aceptadas. El otro día vi a tu marido. Parece sano, pero después de un accidente así no creo que deba estarlo mucho. Siento la pérdida de su hermano.
- Gracias. Es reconfortante sentir algo así después de un duro día de trabajo. No obstante, sigo pensando que fue culpa de Ernesto. No debió conducir como un loco.
- No te preocupes. Todo saldrá bien.
Álex se iba alejando pasillo abajo cuando, de improvisto, se giró y le dijo:
- ¡Espero ser padrino muy pronto!
Suspi notó que se sonrojaba. Sabía que pronto debería ser madre, aunque le costara unos meses de baja. ¡Era tan difícil educar a un hijo en los tiempos que corrían!
El conserje se animó de buena mañana a salir despedido puesto que estaba prohibido que los niños corrieran por los pasillos, y menos aún él. Debía dar ejemplo. “Todavía tengo la fuerza de un mozo”, pensó, “pero esto es más importante que unas normas”. Se encontró con Suspi en la sala de profesores, corrigiendo exámenes.
- Srta. Suspi, la llaman por teléfono.
- ¿Les has dicho que no podría ponerme?
- Sí, pero me han informado que es importante para usted. Llama una tal Nuria, pregunta por usted y dice que…
- Perdona, Javi, en verdad es importante.
Acto seguido se dirigió a la centralita de conserjería y preguntó:
- ¿Qué pasa esta vez?
- Algo importante. Tengo que informarte que te dirijas al Hospital General. Han ingresado a Nacho, víctima de un aparatoso accidente.
- Supongo que sabrán algo relacionado con él.
- Llamaron esta misma mañana. Ve sobre las siete. Los demás están avisados casi en su totalidad.
- Gracias, Es un duro golpe para mí. Dos accidentes en dos semanas.
- Siento lo de Ernesto.
- Créeme, lo sientes más que yo.
- Sólo porque me fuera un poco no creo yo que…
- Te adoraba. Quería casarse contigo. Pero no pudo ser. Espero que encuentres a alguien que no sea tan alocado. Sé feliz.
- Adiós.
Suspi salió al aparcamiento y sacó el coche de su hermano. Ahora era suyo. “Espero que funcionen los frenos”, pensó. Se dirigió por la Gran Vía hasta el Círculo.