15 de Octubre de 2014
- CAPÍTULO DÉCIMO -
El señor Jordi esperaba impacientemente en la sala del edificio de aluminio No tenía prisa por marcharse sino por hablar con Sergio. Diez minutos después de haber sido anunciado fue conducido por la secretaria a un despacho debidamente amueblado en tonos de tierra. El cuarto era habitado por dos grandes sillones que miraban hacia una mesa, central con respecto a lo demás, grande, que disponía de un mueble-bar en el lado derecho, en dirección a la ventana. Aquella poseía una vista digna de un vigésimo piso, dominando gran parte de la plaza. Había dos armarios vistiendo toda la pared hasta el techo, lleno de libros uno y el otro con varios espacio para carpetas y demás. Colgaba por toda la habitación una variedad de cuadros de aquellas obras en que había participado la empresa. Mientras el señor Jordi observaba aquellos detalles una voz seria le arrebató a la realidad.
- Buenos días, señor. Disculpe la molestia de haberle hecho esperar esos diez minutos. Estaba con otros asuntos y no pude excusarlos.
- No te preocupes. Y no me trates de ‘usted’, que me hace viejo. Si con cincuenta años sigo trabajando, sigo siendo joven y vigoroso como el que más.
- Como quieras, Jordi, pero debo advertirte que no estoy para sermones. Me conoces de siempre y te aprecio pero hay unos libros que no cuadran sus cifras. Necesito alguien de fiar. Por supuesto, he pensado en ti. Pero no me digas nada ahora. ¿A qué se debe esta inhóspita visita?
- Precisamente vengo de hablar con los de la empresa aseguradora.
- Oh, oh…
- Y tan “oh, oh”. Piden que paguemos un treinta por ciento más por el aumento del seguro de los empleados y añaden una prima por los gastos de papeleo. Exorbitante.
- ¿Cuánto?
- Diez millones.
- ¡Santo cielo! ¡Eso es para morirse!
- Precisamente ellos quieren cobrar antes de… Bueno, tú verás, no soy asesor. Me dedico a manipular.
- Llamada por la tres –inquirió la secretaria.
- No quiero que me pases llamadas.
- Es importante.
- Bueno, esta vez la cogeré.
Después de esperar los tonos preguntó por la persona que estaba en el otro lado del auricular.
- Diga.
- ¿Es el señor Sergio?
- Sí. ¿Quién lo solicita?
- Soy Nuria, la secretaria de…
- ¡Ah, vale! No necesitas presentación. Nuestro abogado predilecto es bien acogido aquí.
- Eso de predilecto… Me debe dos meses ya.
- Bueno, ¿a qué se debe tu llamada?
- Ayer noche vinisteis de la urbanización. Supongo que tú estabas ya en casa cuando nos enteramos. Por la noche hubo un accidente. Nacho y su hermana salieron de la carretera y Nacho se halla en el hospital. Esta noche debes presentarte. La gente querrá saber qué sientes en estos momentos y también desean consolarte y ayudarte. Ya sé que es duro, pues erais como hermanos. Lo siento.
- No, no pasa nada. Esta noche me dirigiré hacia allá. Gracias.
Colgó. El rostro lo tenía pálido como la luna. Se irguió de su asiento y se dirigió a Jordi en un tono lo más calmado que pudo disimular:
- Jordi, creo que debo dejar durante unos días el trabajo. ¿Podrás ocuparte tú durante mi ausencia?
- ¿Qué es lo que te pasa?
- Nacho… Nacho en el hospital.
- Pues claro que te vas de vacaciones. Durante el tiempo que quieras. Y si necesitas apoyo del que sea, aquí estaré día y noche.
- Gracias.
Sergio se levantó y abandonó el despacho como si le hubieran amenazado con un tanque de guerra. Se dirigió a la planta baja y llamó a un taxi. Acto seguido se alejó en dirección a las afueras.
- Buenos días, señor. Disculpe la molestia de haberle hecho esperar esos diez minutos. Estaba con otros asuntos y no pude excusarlos.
- No te preocupes. Y no me trates de ‘usted’, que me hace viejo. Si con cincuenta años sigo trabajando, sigo siendo joven y vigoroso como el que más.
- Como quieras, Jordi, pero debo advertirte que no estoy para sermones. Me conoces de siempre y te aprecio pero hay unos libros que no cuadran sus cifras. Necesito alguien de fiar. Por supuesto, he pensado en ti. Pero no me digas nada ahora. ¿A qué se debe esta inhóspita visita?
- Precisamente vengo de hablar con los de la empresa aseguradora.
- Oh, oh…
- Y tan “oh, oh”. Piden que paguemos un treinta por ciento más por el aumento del seguro de los empleados y añaden una prima por los gastos de papeleo. Exorbitante.
- ¿Cuánto?
- Diez millones.
- ¡Santo cielo! ¡Eso es para morirse!
- Precisamente ellos quieren cobrar antes de… Bueno, tú verás, no soy asesor. Me dedico a manipular.
- Llamada por la tres –inquirió la secretaria.
- No quiero que me pases llamadas.
- Es importante.
- Bueno, esta vez la cogeré.
Después de esperar los tonos preguntó por la persona que estaba en el otro lado del auricular.
- Diga.
- ¿Es el señor Sergio?
- Sí. ¿Quién lo solicita?
- Soy Nuria, la secretaria de…
- ¡Ah, vale! No necesitas presentación. Nuestro abogado predilecto es bien acogido aquí.
- Eso de predilecto… Me debe dos meses ya.
- Bueno, ¿a qué se debe tu llamada?
- Ayer noche vinisteis de la urbanización. Supongo que tú estabas ya en casa cuando nos enteramos. Por la noche hubo un accidente. Nacho y su hermana salieron de la carretera y Nacho se halla en el hospital. Esta noche debes presentarte. La gente querrá saber qué sientes en estos momentos y también desean consolarte y ayudarte. Ya sé que es duro, pues erais como hermanos. Lo siento.
- No, no pasa nada. Esta noche me dirigiré hacia allá. Gracias.
Colgó. El rostro lo tenía pálido como la luna. Se irguió de su asiento y se dirigió a Jordi en un tono lo más calmado que pudo disimular:
- Jordi, creo que debo dejar durante unos días el trabajo. ¿Podrás ocuparte tú durante mi ausencia?
- ¿Qué es lo que te pasa?
- Nacho… Nacho en el hospital.
- Pues claro que te vas de vacaciones. Durante el tiempo que quieras. Y si necesitas apoyo del que sea, aquí estaré día y noche.
- Gracias.
Sergio se levantó y abandonó el despacho como si le hubieran amenazado con un tanque de guerra. Se dirigió a la planta baja y llamó a un taxi. Acto seguido se alejó en dirección a las afueras.
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