Capítulo 9
15 de Diciembre de 2012
- Despierta, muchacho, despierta.
No podía apenas abrir los ojos, un incesante martilleo se había adueñado de mi cabeza, notando cierto mareo al moverla.
- Vamos, muchacho, despierta.
Esa voz. Me es familiar. Intento recordar pero intensas punzadas impiden que lo haga. Puedo entreabrir los ojos aunque sigo mareado.
- Joder, tío, ¿despiertas o te despierto?
Veo borroso, distingo algo luminoso que debe ser una luz y una sombra que debe ser de donde viene la voz. El martilleo es más débil ahora pero sigo mareado.
- ¡Hombre, si ya vuelve en sí!
Ahora empiezo a distinguir lo que me rodea. Veo la figura que está delante mío y me resulta familiar pero aún no acabo de asociarla. El mareo empieza a desvanecerse, creo que me han drogado y por eso estoy así de débil. Veo una mujer al fondo, inconsciente, tumbada.
- Vale, vale, vale. Por fin podemos empezar el juego.-
¡Tomás! -grito de repente.
Ahora lo recuerdo. Es el cabrón de Tomás. Como lo coja ...
- ¡Eh, ¿qué pasa?!
- Tranquilo, Paco, que estás atado y bien atado. No podrás escapar, aunque quieras.
Y Tomás lanza una enorme carcajada mientras se acerca a la mujer.
- ¡Ana! -veo que es mi hermana-
¡Déjala tranquila, cabrón!
- ¡Uy, uy, uy! Así no vamos a llegar a entendernos.
- Entiende esto, cabrón: te voy a arrancar el corazón como le pongas una mano encima.
- ¡Mira cómo tiemblo! Como no seas Houddini lo veo difícil.
Mira cómo se ríe. No se atreverá. Si lo hace, lo mato.
- Como podrás comprobar, me he tomado la libertad de atarte perfectamente en esa silla. Y tu hermana está atada a esta cama, de pies y manos. No escaparéis ninguno de los dos.
- ¡Suéltame y te enseñaré lo que es un hombre!
- No, no, no. Creo que seré yo quien le enseñe a la zorra de tu hermana lo que es un hombre.
- ¡Cabrón, hijo de perra!
- Veo que tendré un público difícil de complacer.
Y el cabrón se vuelve a reír. Será hijo de ...
Intento maniobrar para desatarme pero el bastardo sabe hacer nudos. No sé qué querrá pero intentaré desatarme aunque sea lo último que haga antes de matarle.
- ¿Ya estás despierta, Ana?
- ¿Qué ...?
- Tranquila, nena, que sólo será un ratito.-
¡Déjala! -grito cuanto puedo.
- ¡Paco, ayúdame!
- No, no, no, chica mala, no se grita así.
Y le pega, ¡será cabrón!
- ¡¡Desgraciado!!
- Venga, nena, demuéstrale a tu hermano lo fuerte y valiente que eres.
Y le sigue pegando mientras yo estoy atado e inmovilizado. Mi hermana grita y yo no puedo hacer nada. Algo me duele dentro y tengo un mal presentimiento.
- ¡Basta, Tomás!
- Pero si acabo de empezar ...
La está desnudando, rompiendo su ropa de forma brutal. Ana intenta resistirse pero no puede, está atada a la cama, a merced de ese engendro del diablo.
- ¡Basta ya, Tomás!
- Aún no ha empezado lo mejor ...
¡Dios, la está manoseando! Si alguna vez existió Dios, que venga ahora y haga justicia.
- ¡¡Déjala de una vez, bastardo!!
- Si ahora viene lo mejor ...
Y riéndose, se baja los pantalones y veo que el cabrón está empalmado. ¡Será sádico!
-
¡No! -grita Ana.
-
¡Calla, furcia! -dice Tomás, dándole un manotazo.
- ¡¡Basta ya, cabrón del diablo!!
Rabia, odio, ira, impotencia, sed de sangre. Todo mezclado dentro de mí hace que mi cuerpo se sienta mal, arcadas en el estómago, náuseas generales, mareo. Veo, entre lágrimas y gritos, cómo la viola, cómo la pega, cómo la maltrata.
- ¡Basta, por favor!
Las lágrimas corren por mis mejillas y me impiden ver con claridad mas no quiero ver nada, sólo quiero encontrar la forma de escapar y de matarle, matarle, matarle.
- Basta, por favor.
Entre susurros sigo oyendo al bastardo violar a mi hermana, oigo que sigue golpeándola y mi hermana sigue gritando, cada vez más débil.
- No ...
Ya no tengo fuerzas en el cuerpo ni para hablar. Veo que Tomás tiene sus manos en el cuello de Ana y apenas la oigo. Sus movimientos son cada vez más débiles, apenas se mueve y no la oigo ya.
Ya no me salen más lágrimas, me sangran las muñecas de intentar soltarme, hasta me he mordido la lengua varias veces. Dulce sabor el de la propia sangre en tu boca, empalaga, impide que ningún sonido salga como debe.
Veo a mi hermana con la cabeza ladeada hacia mí, sus ojos abiertos, sin vida, sin aliento, muerta.
- ¡¡¡No!!!
Un dolor como nunca antes había sentido embarga todo mi cuerpo, noto que da un pequeño salto en la silla, la garganta quebrada por el último grito exhalado, los ojos derrotados por las lágrimas, todo oscuridad ...