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sábado, 25 de febrero de 2012

"El Paseante" nº 1


"El Paseante"
nº 1

25 de Febrero de 2012


La ciudad amanece sin prisa, despertando del sueño nocturno que la ha embargado por la noche. Los primeros rayos de sol despiertan el trinar de los pájaros y dibujan una solitaria sombra en una acera.
La sombra permanece inmóvil, sin vida, esperando que su dueño haga un movimiento para repetirlo sombríamente.
Él es "El Paseante".
"El Paseante" no tiene nombre, o pocos lo conocen; nadie sabe su origen, o quizás lo desconozcan; siempre aparece a primera hora de la mañana, en el mismo sitio, dando la bienvenida a quienes a esa hora salen de sus casas.
Un coche delante suyo recibe la visita de sus dueños, una familia de cuatro que se dispone a realizar sus tareas diarias: los niños, al colegio; la madre, a la tienda de alimentación; el padre, a la fábrica de maderas. Con un sonoro ruido, el motor se despierta, rugiendo potencia. Pocos segundos después, ya se desliza por el asfalto, rumbo a sus destinos.
"El Paseante" mira a derecha e izquierda, saca las manos de los bolsillos del pantalón y se mueve a su izquierda. Paso a paso se dirige a la primera calle a su izquierda, gira la esquina y enfila hacia arriba sin desviar la mirada de su ruta.
A unos cien metros hay una cabina de teléfono, de las antiguas, de cuando las monedas formaban una fila descendente e iban entrando a medida que la llamada lo requería. Un chico joven, quinceañero, golpea la cabina con fuerza y grita una serie de palabras impropias de su edad.
"El Paseante" se acerca hasta él y el chico se para.
Se miran a los ojos un instante.
El semblante de "El Paseante" es duro, no muestra un ápice de sentimientos, su expresión es fría.
El chico arquea las cejas y la expresión del miedo se apodera de su rostro. Rápidamente abandona la cabina, corriendo calle abajo como alma que escapa del diablo.
Cuando su figura se pierde en la lejanía, una mueca de satisfacción aparece en el rostro de "El Paseante".
Se diría que está sonriendo.
Tranquilamente, después de haber aportado su granito de arena a esta sociedad, continúa su camino sin prisa alguna.