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lunes, 31 de diciembre de 2012

Avances: Enero '13

Avance


Enero 2013


En el último día del año, me complace avanzaros lo que, en el próximo año, podréis empezar a disfrutar como siempre.
Y como terminó una publicación, qué menos que empezar una nueva (año nuevo, publicación nueva). Espero que todas las publicaciones sean de vuestro agrado y disfrutéis con ellas.

Día 5: El Poeta Errante empieza el año con un nuevo blog, el séptimo,  que promete ser interesante a la par que mantener su estilo propio
Día 10: Quinta y última parte de Fue bonito mientras duró. ¿Cómo terminará todo?
Día 15: Después de las revelaciones en el anterior capítulo, ¿cómo afectará la verdad a partir de ahora en nuestra historia? Descúbrelo en el capítulo 10 de El Secreto.
Día 20: El Viejo Español y la Niña Cubana nos darán una pequeña sorpresa en esta cuarta entrega.
Día 25: Empezamos el año con una nueva publicación mensual, El Día Señalado. Hoy, la Introducción.
Día 31: Avance del próximo mes de Febrero de 2013.

Como siempre, mi más sincero agradecimiento a quienes me seguís, así como a quienes entran esporádicamente y disfrutan con nuevas letras mías.

martes, 25 de diciembre de 2012

El Paseante nº 11

El Paseante nº11

25 de Diciembre de 2012

 
Las calles están llenas de abrigos, bufandas y guantes, algunos paraguas de gente precavida tocan el suelo a modo de bastón y gorros variopintos cubren algunas cabezas frioleras. “El Paseante” también ha cambiado su chaqueta por una gabardina que bien abriga y una fina bufanda cuelga de su cuello.
Mientras pasea por la ciudad ve cómo los comerciantes cambian sus letreros habituales por otros de colores varios, algunos empiezan a poner luces de colores en sus establecimientos y otros aprovechan el espacio de los escaparates para vestirlos con pesebres y suelos “nevados”.
Al pasar frente a un local donde miles de bolas de colores hacen felices a miles de niños, “El Paseante” oye partes de una conversación.
- … los regalos no están.
- ¿Quién podría…?
- Además… en Navidad.

Los ojos de “El Paseante” miran hacia uno y otro lado y descubre, en una esquina a su izquierda, un trozo de papel dorado, de los que se emplean para envolver regalos. Se dirige hacia allí, gira la esquina y continúa por un callejón que gira hacia la izquierda en forma circular. Antes de llegar al final del callejón, siente un ruido tras una persiana y se acerca a escuchar.
- … es un buen botín.
- Seguro… buena tajada…
- ¡Ja, ja, ja!

El Paseante” recorre con la mirada alrededor de la persiana, buscando una forma silenciosa de entrar. Al mirar hacia arriba descubre que el edificio está sin habitar. Se acerca a la puerta que hay a la derecha y comprueba si está abierta.
Bien.
Empuja la puerta y entra. Sube unos escalones con cuidado de adaptarse a la oscuridad y se mete en una habitación a la izquierda.
Parece un altillo”, piensa “El Paseante”.
Al fondo a su derecha, descubre que no hay pared y que está algo iluminado por la luz de abajo. Se asoma ligeramente y ve a tres hombres con varios sacos grandes llenos de regalos, algunos ya fueron sacados y están abiertos encima de una mesa.
- ¿Cuánto crees que podemos sacar?
- Espero que unos cuantos miles.
- Je, je, feliz Navidad, chicos.
- ¡Feliz Navidad!
–corearon los tres.
Alzan unas copas que bien pueden llevar champagne, brindan con fuerza y beben desesperados. En ese momento, como una pesada sombra, “El Paseante” se lanza desde arriba derribando a los tres personajes. Sin saber cómo ni dónde, alzan puños al aire mientras “El Paseante” los va noqueando a la tenue luz de un candil.
Minutos después, los tres hombres están atados uno junto a otro en la calle, frente a la persiana. Unas sirenas de fondo indican que la policía está en camino y “El Paseante” llega hasta el local de las coloridas bolas con un gran saco a la espalda. Los niños están jugando en el momento en que entra “El Paseante”.
Por primera vez, una sonrisa aflora en su rostro.
Una algarabía de inocentes niños rompe la tranquilidad del lugar, pidiendo a “El Paseante” su regalo y jurando que han sido buenos.
Mientras entrega los regalos, “El Paseante” les sonríe, grita “Ho, ho, ho, feliz Navidad” y les guiña un ojo a través de la espesa barba blanca que se ha puesto y que combina a la perfección con el traje rojo y sus blancos adornos.

... FIN ...

jueves, 20 de diciembre de 2012

El Viejo Español y la Niña Cubana nº 3

Conversación


- ¿Es la primera vez que lo haces? -preguntó el viejo español.
- No
-respondió la niña cubana.
- Pues yo sí.
- Vaya, qué raro que digas eso. Todos los que vienen como tú nunca lo dicen.
- Siempre ha de ser alguien el primero.
- Pero no es normal decirlo.
- ¿Y qué es lo normal?
- No sé, lo de siempre, ya tú sabes.
- No, no lo sé.
- ¿De verdad que no lo has hecho antes?
- No.
- Pues vaya suerte he tenido
-dijo la niña cubana con una mueca.
- ¿Y por qué no me dices lo que se supone que debo hacer?
- Es fácil, verás: tú me dices qué quieres que haga y yo lo hago; luego me das cosas bonitas y me voy.
- Pues sí, parece fácil.
- Pues ya tú dirás, que no puedo estar todo el día aquí.
- Mira, me gustaría verte bailar. Me han dicho que lo hacéis muy bien y nunca lo he visto antes.
- Bien, será el mejor baile que hayas visto nunca.

Dicho esto, la niña cubana comenzó a tararear una melodía suave y lenta, marcando el ritmo con una serie de pasos pausados. Su cuerpo empezó a moverse a ese ritmo de una forma zigzagueante, subiendo los brazos de la misma forma, creando una ilusión de olas de mar.

La melodía se tornó canción, de letra repetida pero muy sensual. El viejo español pudo contemplar cómo un cuerpo podía doblarse y estremecerse sin moverse del sitio, los pies aferrados al suelo para mantener el equilibrio.

La niña cubana ya no estaba en la habitación, se había sumergido de lleno en la danza que le estaba ofreciendo al viejo español. Su cuerpo se movía y se doblaba, serpenteaba y giraba, y su alma era sensualidad hecha baile.

El viejo español participaba cada vez más de esa danza, la notaba, la sentía.

Y llegó el final.

Al contrario que al inicio, éste último terminó casi como en un golpe, una vez dado el último paso como si se hubiera quedado pegado al suelo. Y con él terminó también esa sensualidad hecha baile.

- ¿Te gustó? -preguntó la niña cubana.
- Me ha encantado -respondió emocionado el viejo español, saliéndole una emotiva lágrima del ojo izquierdo.

La niña cubana se acercó al viejo español y acercó su pequeña mano derecha a la cara de él. Con un dedo, le quitó la lágrima del ya arrugado rostro y con el resto acarició su mejilla.

- Y ahora, ¿qué quieres que haga?

Y el viejo español puso su mano derecha encima de la mano derecha de la niña cubana, con firmeza y suavidad ...

sábado, 15 de diciembre de 2012

El Secreto nº 9


Capítulo 9
15 de Diciembre de 2012



- Despierta, muchacho, despierta.

No podía apenas abrir los ojos, un incesante martilleo se había adueñado de mi cabeza, notando cierto mareo al moverla.

- Vamos, muchacho, despierta.

Esa voz. Me es familiar. Intento recordar pero intensas punzadas impiden que lo haga. Puedo entreabrir los ojos aunque sigo mareado.

- Joder, tío, ¿despiertas o te despierto?

Veo borroso, distingo algo luminoso que debe ser una luz y una sombra que debe ser de donde viene la voz. El martilleo es más débil ahora pero sigo mareado.

- ¡Hombre, si ya vuelve en sí!

Ahora empiezo a distinguir lo que me rodea. Veo la figura que está delante mío y me resulta familiar pero aún no acabo de asociarla. El mareo empieza a desvanecerse, creo que me han drogado y por eso estoy así de débil. Veo una mujer al fondo, inconsciente, tumbada.

- Vale, vale, vale. Por fin podemos empezar el juego.- ¡Tomás! -grito de repente.

Ahora lo recuerdo. Es el cabrón de Tomás. Como lo coja ...

- ¡Eh, ¿qué pasa?!
- Tranquilo, Paco, que estás atado y bien atado. No podrás escapar, aunque quieras.

Y Tomás lanza una enorme carcajada mientras se acerca a la mujer.

- ¡Ana! -veo que es mi hermana- ¡Déjala tranquila, cabrón!
- ¡Uy, uy, uy! Así no vamos a llegar a entendernos.
- Entiende esto, cabrón: te voy a arrancar el corazón como le pongas una mano encima.
- ¡Mira cómo tiemblo! Como no seas Houddini lo veo difícil.

Mira cómo se ríe. No se atreverá. Si lo hace, lo mato.

- Como podrás comprobar, me he tomado la libertad de atarte perfectamente en esa silla. Y tu hermana está atada a esta cama, de pies y manos. No escaparéis ninguno de los dos.
- ¡Suéltame y te enseñaré lo que es un hombre!
- No, no, no. Creo que seré yo quien le enseñe a la zorra de tu hermana lo que es un hombre.
- ¡Cabrón, hijo de perra!
- Veo que tendré un público difícil de complacer.

Y el cabrón se vuelve a reír. Será hijo de ...

Intento maniobrar para desatarme pero el bastardo sabe hacer nudos. No sé qué querrá pero intentaré desatarme aunque sea lo último que haga antes de matarle.

- ¿Ya estás despierta, Ana?
- ¿Qué ...?
- Tranquila, nena, que sólo será un ratito.
- ¡Déjala! -grito cuanto puedo.
- ¡Paco, ayúdame!
- No, no, no, chica mala, no se grita así.

Y le pega, ¡será cabrón!

- ¡¡Desgraciado!!
- Venga, nena, demuéstrale a tu hermano lo fuerte y valiente que eres.

Y le sigue pegando mientras yo estoy atado e inmovilizado. Mi hermana grita y yo no puedo hacer nada. Algo me duele dentro y tengo un mal presentimiento.

- ¡Basta, Tomás!
- Pero si acabo de empezar ...

La está desnudando, rompiendo su ropa de forma brutal. Ana intenta resistirse pero no puede, está atada a la cama, a merced de ese engendro del diablo.

- ¡Basta ya, Tomás!
- Aún no ha empezado lo mejor ...

¡Dios, la está manoseando! Si alguna vez existió Dios, que venga ahora y haga justicia.

- ¡¡Déjala de una vez, bastardo!!
- Si ahora viene lo mejor ...

Y riéndose, se baja los pantalones y veo que el cabrón está empalmado. ¡Será sádico!

- ¡No! -grita Ana.
- ¡Calla, furcia! -dice Tomás, dándole un manotazo.
- ¡¡Basta ya, cabrón del diablo!!
Rabia, odio, ira, impotencia, sed de sangre. Todo mezclado dentro de mí hace que mi cuerpo se sienta mal, arcadas en el estómago, náuseas generales, mareo. Veo, entre lágrimas y gritos, cómo la viola, cómo la pega, cómo la maltrata.

- ¡Basta, por favor!
Las lágrimas corren por mis mejillas y me impiden ver con claridad mas no quiero ver nada, sólo quiero encontrar la forma de escapar y de matarle, matarle, matarle.

- Basta, por favor.
Entre susurros sigo oyendo al bastardo violar a mi hermana, oigo que sigue golpeándola y mi hermana sigue gritando, cada vez más débil.

- No ...
Ya no tengo fuerzas en el cuerpo ni para hablar. Veo que Tomás tiene sus manos en el cuello de Ana y apenas la oigo. Sus movimientos son cada vez más débiles, apenas se mueve y no la oigo ya.

Ya no me salen más lágrimas, me sangran las muñecas de intentar soltarme, hasta me he mordido la lengua varias veces. Dulce sabor el de la propia sangre en tu boca, empalaga, impide que ningún sonido salga como debe.

Veo a mi hermana con la cabeza ladeada hacia mí, sus ojos abiertos, sin vida, sin aliento, muerta.

- ¡¡¡No!!!
Un dolor como nunca antes había sentido embarga todo mi cuerpo, noto que da un pequeño salto en la silla, la garganta quebrada por el último grito exhalado, los ojos derrotados por las lágrimas, todo oscuridad ...




lunes, 10 de diciembre de 2012

Fue bonito mientras duró... (IV)


... me quedé parado ante tal pregunta. El poco tiempo que debió pasar me pareció, sin embargo, eterno; el silencio, casi agobiante. Yo la estaba mirando a los ojos, que parecían brillar de un modo extraño, como queriendo buscar dentro de mí algo que yo nunca diría.

No sabía qué decir y, menos aún, por dónde empezar. Yo mantenía mi silencio; ella, su mirada. Sus cabellos se mecían por una brisa suave que tardé rato en notar, y parecían tener vida propia.

Sin darme cuenta de lo que pasaba a mi alrededor, me encontré con sus labios que buscaban los míos. No sabía si mi fantasía me estaba jugando otra mala pasada o si era real como la vida misma, así que me dejé llevar y nuestros labios se juntaron casi armoniosamente, los besos fueron largos y pausados.

No pude evitar dejarme llevar por la situación y, acercándome a ella, la estreché entre mis brazos mientras nuestras lenguas seguían intercambiando impresiones. Recorrí su espalda y su cuello con mis manos, siempre con suavidad, olvidándome del resto del mundo. Mesaba sus cabellos entrelazándolos con mis dedos, que buscaban la suavidad de sus mejillas.

Yo ya no podía resistir más sin pegarla totalmente a mi cuerpo y, aprovechando que es más bien pequeña, la alcé momentáneamente con mis brazos y la senté encima de mis piernas.

Ella cogió mi cara con sus pequeñas manos y, entre beso y beso, me acariciaba mis barbudas mejillas y, de vez en cuando, me pasaba la mano detrás de la cabeza y sus dedos se enredaban en mi coleta.

Mi cuerpo ya estaba caliente y qué decir de otras cosas ...



miércoles, 5 de diciembre de 2012

El Poeta Errante nº 6



El Sexto sentido... desde muy lejos
5 de Diciembre de 2012


Ha pasado el tiempo del amor…”, cantaba Nicola di Bari, más querido por extranjeros que por los de su tierra. Y es que, como todo buen artista, hay que morir joven para ser reconocido, hay que emigrar para que te valoren, hay que desaparecer de la vida de alguien para que se den cuenta de lo especial que eres.
Tengo yo mis sentidos puestos en lo que hago, pues tiempo tengo de sobras. Y no sé si sabré sumar pues ya decía mi madre que algún sentido me falta. Pero no logro discernir cuál será.
De la vista hace tiempo que me di cuenta que es un sentido importante. Las lentes que me permiten ver un poco mejor a tres pasos me lo recuerdan todos los días, cuando me levanto por la mañana y tropiezo con la misma pared. ¿O quizá es que me levanto dormido?
Del oído también tengo entendido que es importante conservarlo. Me encanta recibir esas mágicas ondas llamadas música y sentir en mi interior como una paz y un sosiego que pocos masajes han intentado conseguir.
Muy importante el gusto, el sabor, el disfrutar de delicias como carnes o pescados bien sazonados, patatas asadas, jugosos tomates, excelentes vinos. Hace mucho tiempo que lo perdí, desde que empecé a fumar, allá cuando era jovencillo (aunque en mi mente sigo siéndolo).
Curiosamente, el tabaco no me ha arrebatado completamente el sentido del olfato. Para las cosas maravillosas sí que me es casi imposible descifrar sus olores, sus fragancias. Para aquellos elementos que desprenden un hedor casi indescriptible, mi varicilla está más que despierta, absorbe todo lo que puede y lo envía a mi pobre cerebro (así lo tengo, pobrecillo).
Por último, hay un sentido que, valga la redundancia, da sentido a la concepción misma del espacio y del cuidado. El tacto me permite tanto recorrer una superficie y descubrir sus zonas lisas y las que no lo son como caminar a oscuras y saber cuándo he llegado a la esquina. Además, es gratificante la sensación que produce pasar la mano sobre la mejilla de alguien querido, recoger esa lágrima con el nudillo de uno de nuestros dedos, descubrir su figura gracias a las yemas de nuestros dedos, sentir un corazón ajeno palpitando pecho contra pecho.
Pues sí, desde muy lejos he sentido que un sexto tornillo me faltaba. ¡Cuánta razón tienen las madres! Espero que no me lo dejara en su casa, seguro que diría: "Un día te dejarás la cabeza y no sabrás dónde”.
 
El Poeta Errante