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domingo, 30 de junio de 2013

Avances: Julio '13

Avance

Julio 2013

Seguimos en nuestro esfuerzo por traer buenas letras para vuestra lectura y disfrute.

Este mes estrenamos nueva sección con una nueva publicación en sustitución de la miniserie "El Día Señalado". "Últimos pensamientos" será una serie de relatos donde los protagonistas acabarán en sus últimos pensamientos. Descubramos cuáles son.


Sin más, os dejo a la ansiosa espera de vuestras publicaciones favoritas.
Día 5: Tercera entrega incondicional de El Columnista, aquél que todo nos quiere contar.
Día 10: "Te Amo por Momentos" despunta esta vez con una poesía, "Amor Imposible".
Día 15: ¡Ya hemos descubierto cómo terminó Tomás! Ahora sí que l ahistoria no tiene marcha atrás. Síguela en el capítulo 16 de "El Secreto".
Día 20: Capítulo cinco de "Rompecorazones" donde vemos cómo, sin ser protagonista, se puede sufrir los estragos del amor.
Día 25: A raíz de la última miniserie "El Día Señalado", continuaremos publicando este día una nueva sección llamada "Últimos Pensamientos". Hoy, "Últimos pensamientos de un muerto".
Día 31: Avance del próximo mes de Agosto de 2013.
Como siempre, mi más sincero agradecimiento a quienes me seguís, así como a quienes entran esporádicamente y disfrutan con nuevas letras mías.
rpPaco

martes, 25 de junio de 2013

El Día Señalado 6

EL DÍA SEÑALADO

Capítulo 5

25 de Junio de 2013




Paco abre los ojos sin saber dónde se encuentra.

En apenas dos segundos recuerda el dolor que acababa de sentir y cómo el frío suelo aguanta todo su peso. Casi a la velocidad de un rayo se pone en pie y observa cómo todos los rostros de los presentes en el gran salón están en dirección a él, la mayoría con ojos de sorpresa y alguna cara débilmente empalidecida.

- Tranquilos -dice Paco- no pasa nada.

El silencio reina en el gran salón.

- Sólo he tenido un tonto tropiezo y seguro que ha sido espectacular -continúa Paco, intentando hacer un chiste.

El primero en moverse es Bernardo que parece haber sido el último en enterarse de lo sucedido.

- ¡Señor Paco, señor Paco! ¿Se encuentra usted bien?
- Por supuesto que sí, Bernardo -contesta Paco- ¿No ves que ya me he levantado?

Bernardo hace caso omiso a sus palabras y cuanto más cerca está de Paco, mayor preocupación demuestra. No en vano le tiene cariño pues es su maestro y creyó en él cuando ni el propio Bernardo creía en sí mismo.

- ¡Que alguien llame a una ambulancia! -reacciona Don José, saliendo sorprendido de su letargo- Daniel, ve tú mismo.
- Sí, Don José -se apresura a decir Daniel- en seguida la llamo.
- ¡Pero si no hace falta! -grita Paco, viendo cómo Daniel marcha a la carrera- ¡Me encuentro perfectamente!
- ¡Pobre Paco! -exclama la señora de Cortija soltando dos lágrimas por los ojos.
- ¡Pero si me encuentro perfectamente! -vuelve a decir Paco dirigiéndose a la señora de Cortija.

Monsieur Camomille se levanta y se dirige hacia Paco. Ha trabajado desde pequeño en sitios difíciles y muy duros y ha aprendido los auxilios básicos que le permitieron ayudar a muchos compañeros suyos que se accidentaban.

- Tranquilo, monsieur Camomille -dice Paco alzando los brazos hacia él.

Monsieur Camomille continúa acercándose, de tal forma que parece no tener pensado pararse.

Apenas separaban tres metros entre Paco y monsieur Camomille. Paco se quedó quieto de forma que pudiera esquivar a monsieur Camomille y bien que lo hizo, porque casi lo atropella. Pasó tan decidido que hizo como si no hubiera visto a Paco, continuando hacia adelante.

Paco cree que le habrá surgido una urgencia y, viendo que él se encuentra bien, se va a resolverla. Pero ahora ya nadie le mira a él, todos tienen los ojos en dirección hacia donde él se había desmoronado.

Paco nota cómo un escalofrío le recorre el cuerpo.

Recuerda el lugar donde había caído. Recuerda que ahí cerca estaba sentada una señora muy delgada y bajita.

Gira la cara casi con horror, pensando en cómo habrá quedado la pobre señora.

Pero realmente palidece al ver su propio cuerpo estirado en el suelo y a monsieur Camomille junto a él, tomándole el pulso.



... FIN (o no) ...

jueves, 20 de junio de 2013

Rompecorazones nº 4

Capítulo 4

Juáncar, el admirador

20 de Junio de 2013




Juan Carlos era uno de esos muchachos que no mostraba sus sentimientos. Sólo se adivinaban sus intenciones fijándose en sus gestos, y no siempre.

Para los amigos era Juáncar, para el resto... también. Le gustaba ese nombre... ¿no existen Juanjo, Maite, Chema o Maribel? Pues él también tenía derecho a sacar un sinónimo de su nombre.

Como íbamos diciendo, Juáncar era un chico al que no se le conocían amigas especiales, pasatiempos favoritos ni especialidades de nada. Igual quedaba para tomar un café que para ir a una discoteca. Lo mismo iba al cine que a pasear por la playa.

Además, tenía una facilidad increíble para que sus amigos le contaran las cosas.

Una de las chicas de su grupo, de la que estaba enamorado en secreto, era su víctima preferida. Así fue conociéndola cada día mejor.

De ella sabía prácticamente todo, sus gustos, aficiones, lo que odiaba, sus temores, su vida sentimental... todo.

Juáncar siempre estaba allí, apoyándola cuando salía con un chico, ayudándola cuando tenía dudas o consolándola cuando dejaba al chico. Ella decía que Juáncar era el hermano que nunca tuvo.

Y en parte tenía razón, pues se portaba con ella como un hermano.

Él, por su parte, la amaba en secreto.

Cuando se acercaba el cumpleaños de ella, aprovechaba para quedar y llevarla de tiendas, a ver escaparates y observarla mientras los ojos de ella resplandecían cuando veía algo que le agradaba.

Así, sólo tenía que escoger uno de los objetos seleccionados y se lo regalaba con la excusa de: "Pensé que te gustaría tenerlo".

Ella le agradecía esos detalles, como aquel collar tan caro que le regaló en su último cumpleaños; o aquel juego completo de maquillaje y manicura que le regaló por Navidad.

Sobre todo le encantaba cuando la sorprendía con un jersey para el invierno, una camiseta de su grupo favorito recién salida al mercado o una simple rosa.

Juáncar seguía sus pasos, muy de cerca; conocía sus más recónditos secretos, sus más tiernas pasiones, sus deseos soñados.

Ella, por su parte, conoció un chaval del que locamente se enamoró. Empezó a dejar de salir con Juáncar para dedicarle más tiempo a su último novio. Juáncar empezó a darse cuenta que, por primera vez, se estaba quedando solo; ella, su amor secreto, la persona que más admiraba, se iba alejando de él, poco a poco, casi sin darse cuenta.

Un día, Juáncar recibió una llamada de ella.

Estaba llorando.

Él acudió lo más rápido que pudo y la encontró en su casa, a oscuras, las mejillas bañadas en lágrimas.

- ¿Qué te pasa, chiquilla?
- Oh, Juáncar, gracias por venir. Necesitaba hablar con alguien.

Y le abrazó fuertemente.

- Pero, dime, ¿qué te pasa? ¿Por qué lloras?
- Es por Luis.
- ¿Qué te ha hecho?
- Nada, sólo que...
- ¿Sólo qué? No me lo digas, te has hecho ilusiones y...
- No, no es eso... es que Luis... verás, Luis se tiene que marcha ... y quiere que me vaya con él.
- ¿Es eso una excusa para dejarte? Porque mira que voy a hablar con él ahora mismo...
- No, Juáncar... se va porque ha encontrado el trabajo que buscaba y tiene que irse.
- Pues ya me dirás qué vais a hacer ahora...
- Por eso lloro, Juáncar... me ha pedido que me vaya con él.

De repente, Juáncar necesitaba sentarse. Notó cómo todo su cuerpo dejaba de responder las órdenes de su cerebro.

Desconcertado por lo que acababa de oír, se sentó, sin apartar la vista de ella.

No sabía qué decir.

Ante cualquier otra noticioa habría podido reaccionar; ante ésta, no.

Le era imposible creer lo que le acababa de decir. No podía ser, su mundo no era nada sin ella a su lado.

- Juáncar, ¿te encuentras bien? ¡Estás pálido!
- No, no, tranquila... se me pasa... ya se me pasa.
- ¿Seguro? ¿Quieres que te traiga algo?
- No, gracias, ya estoy mejor.

Su cerebro comenzó a reaccionar lentamente en busca de la mejor salida a aquella noticia.

- Y tú, ¿qué le has dicho?
- Sólo le pedí tiempo para pensarlo. Compréndelo, no puedo dejar atrás todo así sin más, eres mi mejor amigo... bueno, el único en quien confío... y quiero saber que no te importa que me vaya con él.

Juáncar se sentía realmente mal, estaba perdiendo a su único amor, a quien había admirado y amado tantos años en secreto.

La iba a perder por no haberle confesado antes su amor; se debatía en lo que debía decir, en lo que debía hacer... quería que se quedara con él para siempre ...

Sólo acertó a decirle:

- Si tú eres feliz estando con él, yo también soy feliz.

Ella le abrazó, le dio un beso y le agradeció sinceramente que hubiera estado con ella todos estos años.

Mientras, él sentía en su interior un dolor inmenso y notó cómo su pobre y amante corazón se desgranaba en mil trocitos.

sábado, 15 de junio de 2013

El Secreto nº 15


Capítulo 15
15 de Junio de 2013



El Salmerín cinco años atrás.

Tomás llegó puntual al Salmerín, donde había quedado con Roberto. Llevaba una sonrisa de satisfacción por lo que había hecho, esta vez lo recordaba y le había gustado. La zorra de Ana se lo merecía y a Paco le estaba preparando algo peor.

Sólo esperaba que Roberto le ayudara puesto que odiaba a Paco casi tanto como él.

Llegó al porche y subió los cuatro escalones hasta la puerta y tocó el timbre. Roberto abrió la puerta.

- Hola Tomás.
- Hola Roberto.
- Pasa, pasa.

Tomás cruzó el dintel de la puerta, con paso tranquilo y seguro. Roberto cerró la puerta y le indicó a Tomás que fuera al comedor.

Nada más cruzar el umbral, Tomás recibió un violento puñetazo en la cara y cayó de espaldas al suelo, un grito en el aire, sangre en la nariz.

- ¡Oh, mierda! -gritó Tomás llevándose la mano a la cara.

Del comedor salío la figura de Juan, agitando su mano derecha, revelándose autor de aquel puñetazo.

- ¡Tú! -exclamó Tomás- ¿Estás loco, hijo de perra?
- Considéralo un saludo de bienvenida.
- ¡Serás ...!
- ¡Cállate Tomás! -dijo Roberto.
- A partir de ahora hablamos nosotros -siguió Juan.
- Pero, ¿qué pasa aquí?
- Eso nos lo explicas tú, ¿verdad?
- Contigo no hablo, hijo de ...
- Vigila tus palabras, que pueden ser las últimas.
- Tú eliges -dijo Roberto- en nuestras manos o en las de la policía.
- ¡No tenéis nada contra mí, cabrones!
- ¿Y por qué estás nervioso ahora? -preguntó Juan.
- Nervioso y sudoroso -dijo Roberto.
- Y mentiroso -agregó Juan.

Tomás se levantó del suelo, aún temblando por el golpe recibido, entre los dos hermanos. Miró a uno y miró al otro, buscando una posible escapatoria.

- Creo que hemos empezado con mal pie -dijo, esbozando una sonrisa que quería parecer cordial.
- Tienes razón.

Una voz salió del comedor, haciendo que Tomás se estremeciese al oírla.

Juan se movió hacia su hermano creando ambos una barrera entre la puerta y Tomás, dejando libre la entrada del comedor.

- Tienes, por primera vez en tu vida, toda la razón.

Dichas estas palabras, apareció Paco en el umbral de la entrada del comedor. Su aspecto bien podía ser el de un superviviente a un accidente trágico, morados y cicatrices en la cara, dolor en sus ojos, muñecas marcadas.

- ¡Mierda! -exclamó Tomás.
- ¡Defiéndete, cabrón! -gritó Roberto mientras se abalanzaba contra Tomás.

Éste se giró con sorpresa alzando el brazo derecho y golpeando a Roberto en la cara. Juan se lanzó dándole un puntapié a Tomás en el costado, golpe que recibió inclinándose de dolor.

Paco aprovechó para golpearle la cara con certeros puñetazos, a la par que Juan golpeaba su vientre y sus costillas. Tomás cerró los ojos y lanzó puñetazos y puntapiés al aire, acertando alguno en Juan, algún otro en Paco.

La escena se tornó en una encarnizada lucha en que ninguno de los combatientes daba su brazo a torcer. Roberto seguía en el suelo, una mano en la cara, un quejido en el aire.

Muestras de dolor y rabia se mostraban en sus rostros, gritos e improperios salían de sus bocas, sangre salía despedida al suelo y a las paredes.

En un momento, Tomás esquivó un puñetazo de Juan agachándose y Paco aprovechó para darle un rodillazo en su cara, golpeándole después con el puño, descargando una rabia incontenible.

Tomás cayó al suelo al mismo tiempo que Roberto se recuperaba del golpe sufrido en la cara. Aprovechó para patear su cuerpo caído, ora en las piernas, ora en las costillas.

- Roberto, ya ha caído -dijo Juan.
- Ya lo veo.

Y le dio un puntapié en la cabeza, golpe que recibió sin emitir sonido alguno.

Paco y Juan se miraron y asintieron a la vez, sabiendo lo que iban a hacer. Entre los tres cogieron el cuerpo inerte de Tomás y lo llevaron a través de los restos esparcidos que mostraban la lucha que allí había acaecido. Lo sacaron a la parte de atrás, donde un gran vacío se formaba alrededor de unos altos hierbajos descuidados por el tiempo.

En medio de ese claro había gran cantidad de leña apilada, creando una base para el poste que se erigía en el centro. Llevaron a Tomás allí y lo ataron al poste de forma que se mantuviese recto y no pudiera escapar.

Esperaron hasta que se despertó; Juan cogió un bidón de gasolina y empezó a rociar la madera y las ropas de Tomás.

- ¿Qué pasa? -preguntó Tomás.
- Vas a arder en el infierno -dijo Paco, con una sombra de profundo odio en los ojos.
- ¿Qué? ¡Cabrones!
- Grita, grita, que nadie te oye.
- ¡Sois unos cobardes!
- ¡Cobarde tú, que mataste a mi hermana a sangre fría!
- ¡No era tu hermana, era tu putita!
- ¡Cabrón!

Paco golpeó la cara de Tomás con un puñetazo cargado de rabia e ira, haciéndole escupir un buen chorro de sangre acompañado de un diente.

- Lo merecía -masculló Tomás.

Paco le volvió a golpear, esta vez con un palo que había preparado a modo de antorcha.

Juan encendió el extremo del palo que sujetaba Paco, que tenía un trapo bien atado bañado en gasolina para que se mantuviera ardiendo.

Paco miró por última vez a Tomás, un atisbo de satisfacción en sus ojos y encendió la hoguera.

El trinar y revolotear de una bandada de pájaros junto con el ruido de las llamas al quemar la madera disimularon los gritos de un encendido Tomás.


lunes, 10 de junio de 2013

Te Amo por Momentos - 4

Momento 4

10 de Junio de 2013




Son los últimos minutos del día y mi único pensamiento es tu felicidad, queriendo estar contigo y deseando abrazarte bajo un cielo estrellado, susurrándote al oído lo mucho que te quiero y lo tanto que te extraño, dejándome llevar por la sensualidad de tu cuerpo, besándote hasta morir en esos labios que, prohibidos para mí, son mi felicidad.



rpPaco

miércoles, 5 de junio de 2013

El Columnista nº 2

El Columnista

5 de Junio de 2013



Sorprende ver la reacción humana ante las noticias, en especial cuando abarcan ámbitos poderosos y reconocidos. La integridad queda expuesta y los verdaderos rostros salen a la luz.
En una sociedad que se autoproclama aconfesional y que alzó su voz en múltiples ocasiones en contra de ciertos reconocimientos y hechos, es ingrato ver cómo se retracta de lo dicho, recula en sus convicciones y adula lo que, tiempo atrás, declaró enemigo.
Es cierto que el hombre no sólo se alimenta de forma física sino también de un modo mental o espiritual, aunque haya quien diga lo contrario. Y muchos han de alimentarse mediante la meditación de sus actos y el remordimiento de sus contradicciones, para poder convivir con sus vecinos y, más importante, con ellos mismos.
Así, no tienen cabida juicios moralistas, opiniones desde la ignorancia y menosprecios gratuitos pues "quien a hierro mata, por fuerza, a hierro ha de perecer".