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lunes, 25 de junio de 2012

El Paseante nº 5

El Paseante nº 5

25 de Junio de 2012

La ciudad se va iluminando gracias a antiguas farolas restauradas por obra del alcalde, una medida para preservar la ciudad. “El Paseante” camina algo sombrío, reflexiona sobre lo ocurrido varias noches atrás (léase nºs 3 y 4). Aquella bala debía haberle matado, pero no fue así. Continuó como si hubiera sido un simple golpecito. Incluso el pequeño orificio se había cerrado, sin dejar marca alguna.
Continúa avanzando por la gran avenida hasta llegar a la calle del ascensor, a mano izquierda.
Esta calle continúa a la derecha creando, visto desde el aire, una gigantesca jota invertida. En la curva hay un ascensor que facilita el descenso a la calle inferior, aunque normalmente se utilizan los 83 escalones de la escalera que desciende a su izquierda.
A dos metros del primer peldaño, una mujer joven, de rubios cabellos y pálida tez, mira a todos lados sin encontrar lo que busca. Cuando sus ojos se encuentran con los de “El Paseante”, echa a correr en su dirección y empieza a llorar.
- ¿Qué pasa, mujer? ¿Por qué lloras?
La mujer apenas puede hablar, balbucea sonidos mezclados con angustia.
- Vale, vale, tranquila.
La mano de “El Paseante” se posa en el hombro de la joven. La expresión en el rostro de “El Paseante” muta a sorpresa al ver cómo su mano atraviesa el cuerpo de la mujer.
- ¡No puede ser!
- ¿Qué pasa? –logra decir la joven.
- ¡No te puedo tocar!

viernes, 15 de junio de 2012

El Secreto nº 3


Capítulo 3
15 de Junio de 2012




Sonia se había levantado ese Viernes con muy buen humor. Tenía ganas de que llegara la hora de poder irse de fin de semana con su amante, que le había prometido ser sensacional. No veía la hora de estrenar los dos trapitos que se había comprado para la ocasión.

Se fue a la oficina, como cada Viernes, entre el tumulto de gente nerviosa por la llegada del fin de semana. Parecía que llegaba el fin del mundo.

Llegó a su mesa y vio el montón de papeles que había que revisar antes de que acabara el día y una mueca de agobio asomó en su rostro. Encima de todos ellos había un sobre, sin sello y sin remitente, a su nombre. Lo metió en el bolso y se dispuso a terminar con el papeleo lo antes posible.

A las dos salió toda orgullosa de sí misma, no sólo por haber terminado con el papeleo que tenía sino también por haber podido dejar terminado el informe trimestral, que no era necesario hasta el Martes.

Se fue a comer, como todos los Viernes, al restaurante que había dos calles más arriba y cuando estaba tomando el café, se acordó del sobre.

Lo sacó del bolso, lo abrió y comenzó a leer la hoja que había sacado. Su rostro comenzó a mutar en sorpresa para terminar mostrando asombro y miedo.

Rápidamente cogió el teléfono y marcó un número. Su pulso estaba acelerado, su corazón bombeaba el doble de rápido y su respiración, agitada.

- ¿Diga? -se oyó al otro lado.
- Paco, soy yo, tengo que hablar contigo.
- Dime, dime.
- No, por teléfono no. Tenemos que vernos. - Pero, ¿qué ha pasado?
- Tenemos que vernos ya. Ven a buscarme, rápido.
- Vale, tranquila, ahora voy para allá.

Cuando terminó de hablar, cogió sus cosas y salió a la calle para esperar a Paco.