El Columnista nº 6
5 de Octubre de 2013

Los cambios nunca son fáciles y si no que se lo pregunten a las estaciones. Pocas hay al año pero siempre les cuesta entrar en su fecha.
El ejemplo más claro para ello es el verano.
Según las regiones de España tiene un horario u otro, dependiendo de si están al Norte, al Sur, sobre montañas o en el Mediterráneo.
Pero lo peor de los cambios es hacerlos sin saber qué consecuencias traerán, dejándonos con la duda existencial de si habremos hecho la elección correcta o nos habremos aventurado a los confines del mundo.
Hoy día debemos cumplir con el dicho: “Quien nada arriesga, nada gana”. Y añadirle: “Y nada pierde”.
Como en todos nuestros actos, la mejor forma de afrontar un cambio es con el espíritu henchido y, llenos de orgullo, enfrentamos las dificultades sabiendo que somos capaces, no ya de esquivarlas, sino de superarlas con creces.
El ejemplo más claro para ello es el verano.
Según las regiones de España tiene un horario u otro, dependiendo de si están al Norte, al Sur, sobre montañas o en el Mediterráneo.
Pero lo peor de los cambios es hacerlos sin saber qué consecuencias traerán, dejándonos con la duda existencial de si habremos hecho la elección correcta o nos habremos aventurado a los confines del mundo.
Hoy día debemos cumplir con el dicho: “Quien nada arriesga, nada gana”. Y añadirle: “Y nada pierde”.
Como en todos nuestros actos, la mejor forma de afrontar un cambio es con el espíritu henchido y, llenos de orgullo, enfrentamos las dificultades sabiendo que somos capaces, no ya de esquivarlas, sino de superarlas con creces.
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