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Caminito veraniego
(o cómo honrar a un hombre bajo un sol de justicia)
20 de Agosto de 2016
Operación salida y carreteras abarrotadas. Gasto increíble en carburante para desplazamientos estivales, con las ventanillas cerradas para que no escape el aire acondicionado y con Camela o el Fary sonando de fondo.
Muchos son los que están de vacaciones y quieren desconectar del mundo laboral y estudiantil Y nos encontramos a los niños haciendo los deberes estivales con Santillana y a los manitas reparando la casa de verano. O la de la abuela, que donde caben dos, cabe la familia entera.
Los chorros de agua se convierten en rituales obligados, tanto para mantenernos frescos como hidratados. Y si no, que se lo pregunten a los peregrinos que recorren, bajo un sol de justicia, el camino que lleva por nombre el de un hombre que, siglos atrás, por esas tierras pasó. Un camino conocido internacionalmente y donde amistades variopintas nacen, uniones imposibles se crean y ampollas como puños aparecen.
Porque es lo que tiene sudar, que las ropas y calzados rozan con nuestra frágil piel y provocan rojeces, marcas, ampollas y callos que, en la mayoría de los casos, arruinan la mitad de las vacaciones.
Pero no lloremos por ello no sea que nuestras lágrimas se evaporen cuando Lorenzo nos bañe con sus implacables rayos y la sombra más fresca mantenga el café en su punto.
Así pues, celebremos al finalizar el mes que no nos hemos convertido en carbonilla y que conservemos buena parte de nuestra piel. Ya sabéis, "a quien en verano madruga, la mitad de la piel muda".
Muchos son los que están de vacaciones y quieren desconectar del mundo laboral y estudiantil Y nos encontramos a los niños haciendo los deberes estivales con Santillana y a los manitas reparando la casa de verano. O la de la abuela, que donde caben dos, cabe la familia entera.
Los chorros de agua se convierten en rituales obligados, tanto para mantenernos frescos como hidratados. Y si no, que se lo pregunten a los peregrinos que recorren, bajo un sol de justicia, el camino que lleva por nombre el de un hombre que, siglos atrás, por esas tierras pasó. Un camino conocido internacionalmente y donde amistades variopintas nacen, uniones imposibles se crean y ampollas como puños aparecen.
Porque es lo que tiene sudar, que las ropas y calzados rozan con nuestra frágil piel y provocan rojeces, marcas, ampollas y callos que, en la mayoría de los casos, arruinan la mitad de las vacaciones.
Pero no lloremos por ello no sea que nuestras lágrimas se evaporen cuando Lorenzo nos bañe con sus implacables rayos y la sombra más fresca mantenga el café en su punto.
Así pues, celebremos al finalizar el mes que no nos hemos convertido en carbonilla y que conservemos buena parte de nuestra piel. Ya sabéis, "a quien en verano madruga, la mitad de la piel muda".
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