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jueves, 15 de mayo de 2014

Novela en capítulos cortos nº 5

15 de Mayo de 2014

- CAPÍTULO QUINTO -


A las diez me personé en el bar donde había quedado para ultimar los detalles finales del divorcio con mi ex esposa Tina. Cuando entré la vi sentada tomándose un agua.

- Hola Tina.
–- Hola.
–- ¿Llevas mucho tiempo esperando? Tuve que hacer algunos asuntos antes de venir…...
-– Sólo diez minutos escasos.
- –¿Cómo te encuentras?
-– Bien. -–asintió-– Pero ahora a lo que venimos. ¿Has traído los…...?
-– Espera, por favor. Me parece que sería mejor discutir todo esto después de haber tomado algo substancioso. Con el estómago lleno se piensa mejor.
-– Y con la…...
-– No te sulfures, Tina. Simplemente quiero ser humano, luego divorciado.

Ella me miró con mala cara para volver su rostro al camarero con una sonrisa más hipócrita que nunca hubiera puesto. Le pedimos el menú y nos trajo dos cartas dobladas en tres partes, en forma de tríptico. Había variedad de platos aquella noche. Pedimos una ensalada como entrante acompañada de unas aceitunas sueltas. De segundo me pedí un filete poco hecho y ella un plato combinado de jamón dulce, atún, huevo y patata. El postre lo excusamos para el final, con el café.

Al principio resultaba difícil la idea de separarnos pero Tina conoció a un hombre que la hacía más feliz de lo que yo la podía hacer. Yo lo comprendía pues desde que la conocí le dije que nunca estuviera conmigo por estar. Si no me quería y deseaba estar con otro que me lo dijera, si no me sentiría culpable de negarle su felicidad. Ella asintió desde el principio pero creo que algo me ocultó.

Por eso le pedí el divorcio.

Y luego conoció a ese desvergonzado, divorciado cuatro veces y desentendido de sus hijos. No tuvimos nosotros la suerte de tenerlos. Ocho años casados y no teníamos lo que se supone el fruto del matrimonio. No nos amábamos y no pudimos demostrar nuestro enlace mediante nuestros vástagos.

No existía generación alguna.

- Bueno, -–dije después de tomarme calmosamente el postre–- supongo que ya podemos sacar el material de disolución. Sobre todo acepta que pague yo la cena. Considéralo un acto de caballerosidad póstumo.
-– Esperaba de entrada que pagaras tú. Siempre lo hacías. También es verdad que nunca trabajé.
-– Porque tú nunca quisiste trabajar. Siempre te di lo que querías. Y tú a mí me fallaste.
- –¿Qué esperabas? No tenía gana alguna de manchar mis manos y mi orgullo yendo de casa en casa como antes. Tú me solucionaste la vida y…...
-– No me refiero a eso. No tengo ningún heredero.
-– También querrías que estuviera nueve meses o más tirada en la cama, soportando luego los incesantes gritos y lloros de una criatura repelente como son los bebés. No los aguanto. Nunca los aguanté.

Intenté calmarla pero no lo conseguí, así que continué con mi ardua labor de terminar el plato recién traído. Ella hacía caso omiso a mi apetito.

- Te dejaré unos minutos para que reflexiones mientras vas engullendo.
–- Gracias.

Fue lo único que dije.

El camarero vino como disgustado. Encontró mi mirada y la rehuyó. Siempre había confiado en mí y, en estos momentos, me era totalmente desconocido.

Se oyó un grito en la cocina y un ruido de cazuelas que se frenaban en el suelo. Por la puerta conectora de los dos mundos salió apresuradamente el cocinero jamaicano, profiriendo una sarta de amenazas e injurias.


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