15 de Julio de 2015
- CAPÍTULO DECIMONOVENO -
-1-
Después de arrancar pasó un autobús. Estaba lleno de gente que miraba a todas partes sólo por hacer algo. Ansioso estaba el abogado por llegar a su casa y darse una ducha de agua fría, para calmarse un poco. Bastante había tenido con la bronca del teniente. Si lo hubiera sabido, no hubiera ido. Pero ya pasó. Ahora lo importante era ver qué hacía el teniente para coger al asesino.Llegado a su apartamento dejó las llaves dentro de la mesita de noche, se despojó de sus vestiduras y entró en la ducha. Dejó el agua corriendo mientras se enjabonaba la cabeza; siempre lo hacía. Se enjabonó el cuerpo, lo aclaró y salió de la ducha. Se secó con una gran toalla color cielo claro sin nubes y se vistió. Se puso un poco de música y se tumbó en el gran sofá que estaba en el centro de la sala.
-2-
El teniente Juan salió unos minutos después de hablar con el abogado. Estaba sulfurado porque nadie le debía pisar los talones y menos adelantarle. Tuvo que reconocer que el abogado llevaba razón en una cosa, él se creía muy bueno por resolver casos ambiguos pero no sabía nada sobre detectives. El día que busque algo y lo encuentre solo le ascenderán.Quién lo iba a decir, el teniente convertido en detective. Pero eso no le quitaba el sueño, le gustaba seguir siendo de homicidios pero tampoco despreciaba cobrar el doble.
Iba por la Gran Avenida cuando un peugeot rojo le adelantó a gran velocidad.
- No es problema mío, no soy de tráfico.
Sólo por curiosidad lo siguió durante unos minutos hasta que el coche empezó a ir más rápido. Por la carretera ya no necesitaba seguir aquel ritmo. Llegado al cartel que anunciaba la proximidad del Hospital Central, pasó al lado del coche que le adelantó. Estaba cambiando una rueda.
Pocos minutos se puso en marcha el peugeot, pero esta vez arremetió fuerte contra el coche del teniente.
- Ahora va en serio -pensó el teniente.
Empezó un duelo entre los dos conductores, intentando uno sacarlo de la carretera al precipicio que se extendía a la izquierda, intentando el otro no ser atropellado sin motivo aparente. De pronto el coche rojo adelantó y se cruzó en ángulo de cuarenta y cinco grados.
Juan frenó de golpe.
Chocó.
Volcó.
El coche rojo salió en estampida.
Diez minutos después, el teniente Juan recobró el conocimiento y recordó lo sucedido. Salió como pudo del coche y observó a su alrededor: estaba en una zona apartada y no había teléfonos. Probó con el interfono del coche y no obtuvo respuesta.
Estaría roto.
Se dio cuenta que había una bata de enfermero y un endoscopio cerca de la carretera.
- El abogado tiene razón. Salió del maletero del coche rojo -pensó el teniente.
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