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25 de Enero de 2015
Paco se levanta todos los días con mucha hambre. Golosamente se mira al espejo y ve a un hombre famélico atrapado en un cuerpo pequeño.
Una pequeña humareda le indica que se le queman las tostadas pero se las come igual, con doble de mantequilla y mermelada, para calmar su ansia.
Después de prepararse, sale del garaje comunitario hacia su trabajo y, por el camino, reduce al pasar por cada pastelería, por cada charcutería, incluso ante las panaderías. Hasta se da una larga vuelta por el mercado.
Llega a su puesto de trabajo y tiene una nevera en su despacho, una alacena repleta y una cocina, no dejando tiempo más que para comer. Y si está apurado también tiene platos combinados preparados.
Tras largas horas finaliza el día y Paco se prepara un arroz para cinco, se lo come y, poco rato después, su cuerpo, atiborrado de comida, se paraliza con un infarto mortal.
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